Tag: comunismo en Rumania

  • La Revolución rumana para los jóvenes

    La Revolución rumana para los jóvenes

    Diciembre es el mes en el que, desde 1989, los rumanos conmemoran la caída del régimen comunista, el que anuló sus derechos, libertades e incluso la esencia del ser humano durante casi medio siglo. Ellos conmemoran aquel diciembre de 1989 porque la vuelta a la normalidad se hizo a través del derramamiento de sangre, ya que el régimen comunista salió de la historia mediante la violencia, del mismo modo que había entrado en ella.

    La carga pública emocional disminuye y la distancia temporal contribuye a una relación cada vez más fría con lo que era hace 35 años. Las nuevas generaciones de rumanos miran el mes de diciembre de 1989 con la curiosidad de quien no ha vivido un momento histórico, con el desapego de quien no ha sido afectado por los efectos. Lo preocupante es que muchos jóvenes de hoy no se dan cuenta de lo que significó el régimen político que los jóvenes de 1989 arrojaron al basurero de la historia. Aún más preocupante es el hecho de que muchos jóvenes no ven ningún problema en vivir lo que vivieron sus abuelos y padres. Pero los jóvenes de hace 35 años quieren contar a las generaciones actuales cuál fue el significado de sus hechos.

    La historiadora y escritora Alina Pavelescu, de la generación que hizo la revolución de 1989, escribió el volumen La revolución de 1989 contada a los que no la vivieron. Le preguntamos si hay un mensaje de 1989 para la posteridad y si su generación había logrado concebirlo.

    «Obviamente, deberíamos haberlo hecho, encontrarnos a nosotros mismos y darle sentido a lo que nos ha sucedido en los últimos 35 años. No hemos sido capaces de hacerlo hasta ahora y sólo podemos esperar que seamos más sabios a partir de este momento. Solo podría ofrecerles mi testimonio personal, de una persona que sintió que todavía tenía una gran carga emocional hacia este tema, 35 años más tarde. Cuando digo que esta carga emocional que tenemos y seguimos sintiendo, todos los que fuimos testigos directos de la Revolución de 1989, digo que es la que nos impide ver las cosas con claridad. Pero, al menos, podemos contar honestamente nuestras historias de tal manera que las personas más jóvenes que nosotros entiendan cómo la Revolución de 1989 los cambió. Yo digo que cambió sus vidas para mejor, y que ellos encuentren sentido para nosotros, si no podemos hacerlo».

    Alina Pavelescu sintió que tenía algo que decir a la generación de hoy y a las que están por venir sobre el año 1989. Y considera que la manera más adecuada de dirigirse es a través de un volumen.

    «En primer lugar, me propuse estimular el pensamiento crítico de los jóvenes. Me doy cuenta de que se enfrentan a diferentes historias y diferentes versiones, y que probablemente se estén preguntando dónde está la verdad entre todas estas versiones. Y luego, lo primero que hice fue presentarles todas las teorías e hipótesis que identifiqué en los discursos sobre la revolución, con sus pros y sus contras. Pero, reconozco, que en el epílogo de este volumen no pude evitar decirles que la Revolución de 1989 fue, en efecto, una revolución porque cambió radicalmente la vida de todos nosotros. Le debemos la libertad de los últimos 35 años, aunque no supiéramos muy bien qué hacer con esta libertad y siempre tuviéramos la sensación de que alguien nos la había robado delante de nuestras narices. Pero aun así, el hecho de que la tengamos, de que todavía no la hayamos perdido, es algo que le debemos a la Revolución de 1989 y a la gente que se sacrificó entonces, que se enfrentó las armas de la calle y murió».

    Con las habilidades de un escritor y de un historiador, Alina Pavelescu escribió sobre el año 1989 enfrentándose a percepciones contradictorias y combinando exigencias profesionales, recuerdos personales y juicios de valor.

    «Un historiador debe ofrecer una historia coherente y verídica o lo más cercana posible a la verdad, lo más cerca posible de la intersección de la verdad de algunos acontecimientos. No necesariamente tiene que dar lecciones o dar lecciones más allá del ejemplo personal que todos tenemos derecho a usar. Pero me temo que en Europa del Este y en Rumanía, donde la historia es con demasiada frecuencia el terreno de luchas políticas en las que las identidades y la forma en que definimos nuestras identidades son siempre objeto de la competitividad política, los historiadores, por mucho que tengan que estar en su torre de marfil, nunca podrán permanecer realmente allí. Y luego, si este es el contexto en el que vivimos, creo que lo más honesto para nosotros es asumir este contexto y tratar de hacer las cosas lo mejor posible desde nuestra perspectiva y desde la perspectiva del contexto en el que vivimos. No creo que debamos encerrarnos en la torre de marfil o no creo que la torre de marfil sea una opción realista. Al mismo tiempo, no debemos permitir que otros conviertan nuestro objeto de estudio, es decir, la historia, en un terreno en el que luchan los políticos».

    El año 1989 seguirá siendo, por mucho tiempo que pase y por muchas percepciones, uno de gracia. Él es, queramos o no, la línea divisoria entre lo que es detestable y lo que es bueno en este mundo.

    Versión en español: Mihaela Stoian

  • Actos organizados por el Instituto Cultural Rumano de Madrid

    Actos organizados por el Instituto Cultural Rumano de Madrid

    Hasta el 17 de noviembre, el Museo Barjola de Gijón acoge la exposición «Nuestro lugar y otros poemas. Anka Moldovan y Ana Blandiana», una colaboración entre la artista plástica Anka Moldovan y la escritora Ana Blandiana, galardonada con el premio Princesa de Asturias de las Letras 2024.

    Hasta el 8 de noviembre, el Institut d’Estudis Fotogràfics de Catalunya acoge la muestra fotográfica «El Atlas de la belleza. Las mujeres del mundo y sus historias», realizada por Mihaela Novac.

    Hasta el 8 de diciembre, el arquitecto rumano Corvin Cristian presenta su instalación «Fuente» en el Centro de Cultura Contemporánea Condeduque de Madrid. El proyecto proviene de la edición más reciente de Concéntrico, Festival Internacional de Arquitectura y Diseño de Logroño.

    Rumanía participa en la serie de eventos «35 años de la caída del comunismo» junto a Alemania, Austria, Hungría, Lituania, Polonia y República Checa en el marco de EUNIC Madrid.

    Maria Floarea Pop, directora del Instituto Cultural Rumano de Madrid, nos ofrece más detalles sobre estos proyectos:

  • El Partido Comunista Rumano (PCR) y la reforma agraria

    El Partido Comunista Rumano (PCR) y la reforma agraria

    Según las teorías marxistas-leninistas sobre los medios de producción, la propiedad debía ser común, de todos aquellos que los usaban y producían plusvalía. La propiedad privada era demonizada y considerada la fuente de todos los males y la «explotación del ser humano por otro ser humano», como decía la propaganda oficial. Y en las zonas rurales, donde la tierra era el principal medio de producción, hacía falta liquidar la propiedad privada.

    Esto es lo que ocurrió en la Unión Soviética después de 1918 y en todos los países ocupados militarmente por esta después de 1945, aunque la Nueva Política Económica inaugurada por Lenin en 1921 permitió la existencia de una forma de propiedad privada en la agricultura. Tras la muerte de Lenin en 1924, se liquidó la propiedad privada en la agricultura, los antiguos propietarios de clase media, los llamados kulaks, fueron considerados enemigos de clase y deportados a los gulag o campos de concentración.

    La liquidación de la propiedad privada en la agricultura, eufemísticamente llamada reforma agraria, comenzó en Rumania el 6 de marzo de 1945, cuando se estableció el gobierno comunista dirigido por Petru Groza. Ya en enero de 1945, el Frente Democrático Nacional, la alianza de grupos políticos liderada por el Partido Comunista Rumano, alentó a los campesinos a ocupar por la fuerza las zonas con tierra cultivable de más de 50 hectáreas.

    Una de las primeras leyes promovidas por el gobierno de Groza fue la Ley 187 de 23 de marzo de 1945 para la implementación de la reforma agraria. La intención era conceder el derecho de propiedad a los campesinos que no tenían tierra expropiando sin indemnización las propiedades de más de 50 hectáreas. A los propietarios también se les confiscaba la maquinaria agrícola aparte de la tierra cultivable. La medida formaba parte del arsenal de la propaganda comunista que anunciaba la liquidación de la explotación del campesino y debía ser utilizada intensamente en las elecciones del 19 de noviembre de 1946.

    En la práctica, sin embargo, la abolición de la propiedad privada significó el comienzo de toda una serie de graves violaciones de los derechos humanos y brutalidades que llegaron hasta el homicidio. Significó el fomento de las tensiones entre categorías de campesinos y el uso de actos de terror a la población por parte de las bandas armadas del Partido Comunista contra aquellos que se negaban a entregar sus propiedades.

    El ambiente violento e inestable creado por el gobierno fue reconocido más tarde incluso por activistas comunistas como Ion Paicu. En 1971, en una grabación del archivo del Centro de Historia Oral de la Radiodifusión Rumana, Paicu recordó cómo se llevó a cabo la llamada reforma agraria en la ciudad de Mehedinți, en el suroeste de Rumanía, en la que él había participado personalmente.

    «Tuvimos que hacer serios esfuerzos en la reforma agraria porque ya teníamos suficientes problemas con los antiguos terratenientes que se oponían a la división de la tierra con las armas en la mano. Tuvimos casos como, por ejemplo, Istrătescu de Bâcleş, Bumbaru de Malovăţ, Ionică Ionescu, que incluso disparó a un soviético cuando los ejércitos soviéticos se acercaban. Estos se llevaron su recompensa. Contra esos elementos terratenientes enviamos camaradas, grupos de obreros, que lograron movilizar a la gente porque los campesinos estaban asustados. Quiero demostrar que, sin el apoyo de la clase obrera dirigida por el Partido Comunista Rumano, el campesinado no habría podido vencer la terquedad de los terratenientes, su oposición a la reforma agraria. Quiero subrayar que la clase obrera, dirigida por el Partido Comunista Rumano y teniendo como aliado al campesinado pobre, consiguió derrotar la resistencia de los terratenientes y los kulaks».

    El gobierno del Partido Comunista comenzó con una medida populista sin precedentes. La tierra era un bien preciado en el campo y su redistribución estaba diseñada para atraer la simpatía de aquellos que no eran propietarios de ella. Pero la teoría comunista estaba lejos de alentar o ayudar a la formación de la propiedad privada, sino todo lo contrario.

    Tudor Constantin, activo en el movimiento sindical desde 1947, entrevistado en 2003 por el Centro de Historia Oral de la Radiodifusión Rumana, contó cómo fue la reforma agraria del partido comunista, a través de la cual se había convertido en propietario de tierras agrícolas cerca de Oltenița, una ciudad situada a 60 kilómetros al sureste de Bucarest.

    «También me dio tierras en 1945. Me dio un terreno por haber participado en la guerra y, después de eso, cuando les quitaron la tierra a todos, dijeron que yo no era de la comuna y me quitaron la tierra como se la quitaron a todos. Apareció una organización que se llamaba el Frente de los Campesinos, había dos o tres que eran comunistas. ¿Qué comunistas? ¡Eran simples campesinos! ¿Qué comunistas, qué sabían ellos del Manifiesto Comunista? Se fueron a repartir las tierras del terrateniente. Y se fueron allí, 30 o 40 personas con estacas. Y las marcaron y dijeron: ¡Mira, esta es tu tierra, esta es tu tierra! Y empezaron a trabajarla hasta la colectivización».

    La reforma agraria del Partido Comunista de 1945 duró hasta 1949. De hecho, no hubo ninguna intención de hacer una reforma real. Después de que el rey Mihai I se viera obligado a abdicar el 30 de diciembre de 1947 y fuera expulsado, el PCR seguía siendo el gobernante absoluto de Rumanía y planeaba la verdadera reforma: obligar a todos los propietarios de tierras cultivables a renunciar a sus propiedades y formar hogares colectivos, dentro del gran proceso de transformación socialista de la agricultura.

    Versión en español: Mihaela Stoian

  • Pro Memoria:  La generación “¡Todo adelante!”

    Pro Memoria: La generación “¡Todo adelante!”






    La gente creyó que
    la historia era la fiel guardiana de la memoria y cuando la convirtieron en una
    asignatura académica se ilusionaron con la idea de que ese era el lugar donde
    se iba a encontrar la verdad. Pero la filosofía de la historia nos dice que la
    historia, la memoria y la verdad no son más que unos fragmentos de lo que
    perteneció al individuo y a la comunidad. Y la nostalgia que sentimos a veces
    nos envía a un pasado muchas veces novelesco, indiferentemente de lo
    desagradable que fue.


    La memoria del
    comunismo ha sido difícil de asumir, difícil de llevar, aunque la nostalgia la
    haya humanizado de alguna manera. Tras decenas de años de funcionamiento del
    régimen comunista, tras otras decenas de años en las que los estudios han
    mostrado sus errores catastróficos, la nostalgia fue la que ha reconciliado a
    la gente con el comunismo y sus hechos condenables. La generación ¡Todo adelante!
    es la generación de los niños de los años 1970-1980, que es ahora la generación
    madura de Rumanía. Ella se confunde también con la generación que nació tras el
    Decreto número 770 de 1966, que prohibía el aborto. Denominada la generación
    ¡Todo adelante!, según el saludo de los pioneros, ha llegado ahora a la edad
    de la nostalgia, pero que no se confunde con la nostalgia del régimen
    comunista, sino de la edad que la definió como tal.


    En los años de la
    década de 1990, la generación ¡Todo adelante! miraba la nostalgia de los
    ancianos con una mezcla de rebeldía e indiferencia. Pero con el paso del
    tiempo, esta generación también ha empezado a sentir nostalgia. Al principio
    fue como un juego, pero después ha sido algo cada vez más profundo. Los
    historiadores Simona Preda y Valeriu Antonovici han entrevistado a 22 personas
    públicas sobre su infancia en el régimen comunista, cuando los niños no tenían
    las preocupaciones de los adultos. De esas entrevistas ha resultado un libro,
    Tot înainte! Amintiri din copilărie (¡Todo adelante! Recuerdos de la
    infancia y un documental. Simona Preda ha hablado del ejercicio que hizo junto
    con las personas entrevistadas como de un momento común de silencio, que no
    está fuera de las trampas de la percepción distorsionada:


    ¿Qué
    dificultad hay al hablar de la infancia? Puede parecer banal, pero es muy
    difícil hablar de tu propia infancia. Aún más con una cámara delante. Es muy
    difícil recomponerte y reactualizarte, volverte a encontrar en un momento en
    que, tras mucho tiempo, corres el riesgo de contaminar los recuerdos con una
    línea ideológica identificada mucho más tarde, años más tarde. Como has tenido
    que ver con los adultos, con los debates, con los estudios, con las influencias
    ideológicas, corres el riesgo de colocarte a posteriori ante las cosas que
    antaño vivías de cierta manera, sentías de cierta manera o disfrutabas de
    cierta manera cuando eras niño. La principal trampa en el caso de los estudios
    de la memoria es esta mirada tardía, contaminada finalmente por la madurez. Por
    lo tanto, los estudios de la memoria y los estudios de historia oral siempre se
    verán afectados por el paso del tiempo. En general, al hablar de la historia,
    incluso de nuestra propia persona, hay sólo interpretaciones. La realidad o nosotros, tal y como fuimos,
    con cosas buenas o menos buenas, con cosas sensacionales o que entonces
    parecían sensacionales, ya no se pueden recuperar totalmente, indiferentemente
    de cuánto lo deseáramos.


    La
    nostalgia de la infancia en el comunismo es más fácil de entender que otros
    tipos de nostalgia porque recuerda la edad de la inocencia, la edad cuando el
    mundo es lindo, bueno, puro, la persona está rodeada de afección y atención.
    Por esta razón, todo el arsenal de objetos, de situaciones, de aspectos de la
    vida cotidiana de aquella infancia, también totalmente ideologizada, se mira
    con benevolencia. La estructura casi militarizada de las organizaciones de
    pioneros, la bandera roja, el saludo de pionero, los uniformes escolares, los
    manuales, todo el universo de un niño de los años 1970-1980, aunque representen
    un estilo de vida en un régimen político que adiestró y humilló profundamente a
    sus ciudadanos, reciben un trato indulgente. Simona Preda, al igual que
    aquellos que recordaron su infancia comunista, sabe que aquellos tiempos nunca
    tienen que volver, pero la vida de la gente no puede prescindir de ella:

    Pero
    existe también la posibilidad de recuperar de alguna manera sólo lo que nos
    gustó o nos habría gustado que pasara. O de recuperarnos tal y como creíamos
    que eramos o nos habría gustado ser. Y aquí interviene de nuevo el paso del
    tiempo. Creo que los protagonistas fueron sinceros, hay momentos en que la
    sinceridad quiebra la pantalla. Hay momentos en que nos preguntamos ciertas
    cosas sobre el pasado. No creo que se puedan hacer diagnósticos o se puedan
    hacer interpretaciones sociológicas tras unas decenas de entrevistas, ni tres
    entrevistas, treinta, trescientas, tres millones o 23 millones, los que fuimos
    en algún momento. Cada uno vivió su propia infancia, ha vivido sus propios
    momentos de nostalgia, de grandeza o de humillación, y no creo que podamos dar
    recetas según ciertos modelos. Como decía alguien, no pasé mi infancia en el
    comunismo, sino que pasé mi infancia durante mi infancia.


    La generación ¡Todo
    adelante! es la que tuvo la posibilidad histórica de escaparse del régimen
    político más opresivo de la historia. Es la generación que hizo Rumanía tal y
    como está hoy, es la generación que, con todas las nostalgias de la tercera
    edad, todavía tiene algo que decir.