Tag: pueblo

  • La miscelánea: Un recorrido por la diversidad musical rumana

    La miscelánea: Un recorrido por la diversidad musical rumana

    Hoy vamos a sumergirnos en los géneros más representativos de la música tradicional rumana, como el doina, el hora o el manele. También veremos cómo Rumanía, ubicada en una encrucijada de culturas, ha recibido influencias de los Balcanes, Europa Central y el Imperio Otomano, creando una mezcla única y rica que continúa inspirando a músicos contemporáneos.

    Comenzamos con uno de los géneros más emblemáticos de la música rumana: el doina. Es una música melancólica y melódica que expresa sentimientos profundos, como la tristeza, la nostalgia y el amor. Tradicionalmente, se interpreta en solitario, con instrumentos como el violín, el címbalo o la flauta, y sus letras suelen ser improvisadas, lo que da a cada interpretación un carácter único. El doina tiene sus raíces en las tradiciones pastorales de Rumanía, y se encuentra en diversas variantes en todo el país. Si bien se escucha principalmente en el campo, ha influido en muchos géneros de música rumana moderna y ha sido interpretado por artistas contemporáneos, fusionándose incluso con el jazz y la música clásica.

    Otro género fundamental de la música tradicional rumana es la hora, una danza popular que se baila en círculo, acompañada de música alegre y rítmica. Es un elemento central en las festividades y celebraciones rumanas, como bodas y fiestas de pueblo. El ritmo constante y el uso de instrumentos de percusión como el tambor y el cimbalom dan a la hora su energía inconfundible. Aunque la hora tiene una fuerte conexión con la vida rural, es también común verla en las ciudades, especialmente durante las celebraciones. Además, la hora rumana tiene muchas variaciones regionales, lo que la convierte en una de las tradiciones más diversificadas en cuanto a ritmo y estilo.

    El manele es uno de los géneros más conocidos y a veces controvertidos en Rumanía. Es una música popular moderna que surgió a fines del siglo XX, fusionando influencias tradicionales rumanas con sonidos balcánicos, turcos y árabes. Aunque a menudo se asocia con la música de fiesta, el manele tiene sus raíces en las comunidades gitanas de Rumanía y refleja su propio estilo y forma de vida. Aunque muchos lo consideran una música de celebraciones y fiestas, también tiene un trasfondo emocional, con letras que a menudo abordan temas de amor, desamor, y vida cotidiana. A pesar de las críticas que ha recibido, el manele sigue siendo muy popular en Rumanía y en la diáspora rumana.

    Rumanía, debido a su ubicación geográfica, ha sido influenciada por muchas culturas a lo largo de los siglos, y una de las más notables ha sido la de los Balcanes. La música rumana comparte muchas características con las músicas de Bulgaria, Serbia y Grecia. Los ritmos complejos y las melodías que parecen ‘fluir’ de una forma libre son una influencia directa de las músicas balcánicas. El uso de instrumentos como el címbalo, el violín y la tambura (una especie de laúd) son ejemplos de cómo las influencias balcánicas han dejado su huella en la música rumana. Además, la forma de interpretar las melodías y el uso del doina tienen paralelismos con las tradiciones musicales balcánicas.

    Otra influencia importante en la música tradicional rumana proviene del Imperio Otomano, que dominó gran parte de Rumanía durante siglos. Esta influencia se puede escuchar especialmente en la música de las regiones de Dobrogea y de las áreas cercanas al Danubio. Instrumentos como el nai (flauta turca) o el darbuka (un tipo de tambor) son muy comunes en la música tradicional rumana, y los ritmos de la música manele a menudo recuerdan a los de la música tradicional turca. La fusión de estos estilos contribuyó al desarrollo de géneros musicales rumanos como el manele. No podemos hablar de la música tradicional rumana sin mencionar la influencia de las comunidades gitanas. Los gitanos rumanos han jugado un papel crucial en la evolución de la música popular del país, especialmente en el género del manele. Su habilidad para tocar instrumentos de cuerda como el violín y la guitarra, junto con su dominio del ritmo, ha enriquecido la música rumana. La música gitana rinde homenaje a las tradiciones de la improvisación y la pasión emocional, características que podemos escuchar en muchos estilos musicales rumanos tradicionales.

    Hoy en día, muchos músicos rumanos están llevando la música tradicional a nuevos horizontes, fusionando géneros como el jazz, el rock y la música electrónica con las raíces folklóricas. Bandas como Folk Frate, o el reconocido violonchelista Mihail han encontrado formas innovadoras de combinar lo antiguo con lo moderno, creando sonidos frescos que siguen resonando con las nuevas generaciones. En los últimos años, ha habido un resurgimiento del interés por la música folclórica rumana, con muchos jóvenes que buscan reconectar con sus raíces. Grupos como Subcarpați y Zdob și Zdub han reinterpretado la música tradicional rumana, agregando elementos modernos pero manteniendo la esencia de las tradiciones. Este renacer también se refleja en festivales, como el Festival de la Música Tradicional de Rumanía, que atrae a miles de personas cada año, deseosos de experimentar la autenticidad de la música rumana.

    La música tradicional rumana es un tesoro que ha perdurado a lo largo de los siglos, abrazando influencias externas, pero manteniendo su identidad única. Desde las melodías melancólicas del doina hasta los ritmos contagiosos de la hora y el manele, la música rumana sigue siendo una poderosa expresión de la vida, las emociones y la historia del pueblo rumano.

     

  • Desde Rumanía hacia el mundo: Tradiciones navideñas en el Museo de la Aldea

    Desde Rumanía hacia el mundo: Tradiciones navideñas en el Museo de la Aldea

    La cultura rumana se caracteriza por la autenticidad de las tradiciones y costumbres propias de cada zona geográfica. Especialmente en los pueblos, estas tradiciones se conservan y se respetan, representando la fuente de nuestra riqueza espiritual.
    De hecho, en Rumanía, las fiestas de invierno comienzan con el Día de San Andrés, el 30 de noviembre, considerado el protector de la nación rumana.
    San Andrés desempeñó un papel decisivo en la cristianización del pueblo rumano los geto-dacios y terminó en la cruz crucificado en forma de X.
    Otras fiestas notables de este período incluyen San Nicolás el 6 de diciembre, Nochebuena el 24 de diciembre, Navidad el 25 de diciembre, Año Nuevo el 31 de diciembre, San Basilio el 1 de enero, Epifanía el 6 de enero y San Juan Bautista el 7 de enero.
    Las tradiciones y costumbres invernales rumanas incluyen dar regalos a los niños la noche de San Nicolás y Mos Craciun, Papá Noel, matar el cerdo el 20 de diciembre, decorar el árbol de Navidad, cantar villancicos en Nochebuena, y muchas otras costumbres bonitas.
    “Con siglos de antigüedad, los villancicos representan los sentimientos profundos del pueblo, pasando la prueba del tiempo y conmoviendo el alma de quienes los escuchan. Los villancicos traen esperanza para el próximo año, cuyo período culmina con el Nacimiento del Salvador Jesucristo, a través del cual la alegría entró en el mundo.

    Este año, los días 14 y 15 de diciembre tendrá lugar la fiesta de tradiciones y costumbres “Florile Dalbe”, evento anual organizado en el Museo Nacional de la Aldea “Dimitrie Gusti” con el objetivo de presentar las tradiciones navideñas y de Año Nuevo.
    El Museo de la Aldea “Dimitrie Gusti” es la atracción turística más visitada de Bucarest y la tercera del país, después de los castillos de Peleş y Bran.
    “Tendrán la oportunidad de admirar a los grupos de villancicos que recorrerán las callejuelas del museo en un desfile que saldrá desde la entrada de Kiseleff nº 28”, informó la institución museística.
    El museo de la aldea es un “viaje en el tiempo”, un alegato por la autenticidad de la cultura y la civilización del pueblo rumano, del modo de vida tradicional, del sentido artístico y del espíritu inventivo del campesino rumano, pero, igualmente, es uno de los centros más activos y fascinantes de investigación, restauración y conservación del patrimonio cultural nacional.
    Durante los dos días del evento también se realizará una feria de artesanos populares con objetos elaborados por ellos, productos sabrosos y aromáticos de la gastronomía tradicional, así como productos orgánicos. “Se pueden degustar mermeladas y sorbetes, pan de jengibre y pasteles, vino, miel y cozonac”, dijo la fuente citada.

    La magia de las fiestas de invierno comienza con San Nicolás.
    El 6 de diciembre, los rumanos celebran la llegada de Mos Nicolae, una tradición de siglos. Esta festividad representa, cada año, un momento mágico en el que el espíritu de las vacaciones de invierno realmente hace sentir su presencia. Los niños lustran las botas con la esperanza de que, de la noche a la mañana, San Nicolás les traiga dulces y regalos. Los más traviesos encuentran un palo, símbolo de la promesa de ser más obedientes.
    Cuenta la leyenda que San Nicolás ayudó una vez a un grupo de niños pobres llenándoles los zapatos de dulces mediante un milagro. Como muestra de gratitud, la gente entregan regalos y bienes a los menos afortunados durante este período.
    Los preparativos para las fiestas continúa con la decoración del árbol en Nochebuena, una actividad que reúne a toda la familia. El brillo de los globos y el olor del abeto combinan perfectamente con los sabores de los platos tradicionales: sarmale, ensalada boeuf, cozonac y otras delicias típicas para la época de fiesta.
    El 25 de diciembre celebramos el nacimiento de Jesucristo. Los pueblos y las casas de la gente se preparan para las fiestas. Las luces están encendidas y en todas partes se puede sentir el espíritu navideño. En este día, toda la familia, pero especialmente los niños, abren los regalos recibidos de Papá Noel, que se encuentra debajo del árbol bellamente decorado.
    Después de Navidad, los niños continúan la tradición de caminar con la Estrella, cantando villancicos que recuerdan el viaje de los Reyes Magos guiados por la Estrella de Belén. En algunos pueblos, la danza de la cabra y el oso aporta un toque de alegría, ya que es un legado de ceremonias arcaicas.

    Durante los villancicos, se presenta la tradición de los Irozii, jóvenes vestidos de una manera específica que representan una obra popular de tema religioso. La compañía estaba formada por tres príncipes, un ángel y un portero, todos vestidos con trajes nacionales. Los caballeros, con espadas y vainas de madera al cinto, simulan un duelo con Herodes a la entrada de las casas fortificadas.

    A su vez, el arado rumano, tan querido en la infancia, pero cada vez menos visto en la atmósfera urbana de Año Nuevo, tiene profundas raíces en las tradiciones agrarias. Grupos de villancicos tocan campanas y lanzan deseos mágicos de abundancia y fecundidad para el próximo año.
    En los últimos años, tras campañas de investigación y adquisición, el patrimonio del museo de la aldea ha crecido considerablemente; actualmente, la exposición permanente llega a más de 123 complejos distintos, con un total de 363 monumentos, con un patrimonio móvil de más de 50.000 objetos.
    Las fiestas de invierno son más que una época del año; representan un tiempo de reflexión, alegría y conexión emocional con los seres queridos. Desde tradiciones milenarias hasta costumbres contemporáneas, el invierno trae consigo una amplia gama de prácticas culturales que enriquecen nuestra experiencia y nos recuerdan la esencia de la generosidad, la compasión y la esperanza. No importa en qué parte del mundo nos encontremos, las fiestas de invierno nos unen en un espíritu de comunión y bondad, aportando luz y calidez a esta época del año.

  • Los campos de concentración en la región de Bărăgan

    Los campos de concentración en la región de Bărăgan

    Una zona escasamente poblada desde siempre, pero muy fértil desde el punto de vista agrícola, Bărăgan fue un lugar elegido por el régimen comunista para castigar a unas 40 000 personas a las que consideraba enemigos de clase. Todos los testimonios de quienes pasaron varios años de su vida en esta parte oriental de la llanura rumana, algunos de ellos registrados por el Centro de Historia Oral de la Radiodifusión Rumana, describen las mismas condiciones de vida en la década de 1950.

    En 1951, el régimen comunista comenzó a enviar ciertas categorías de personas a Bărăgan, personas que tenían que ser castigadas por lo que eran: campesinos medios, algunos miembros de las minorías alemana, serbia, húngara, arrumana, y rumanos de Besarabia que habían huido de esta región ocupada por los soviéticos en 1944. Entre ellos se encontraba la alumna Elena Boroș, refugiada de Besarabia con sus padres, en el oeste de Rumanía, en el Banato:

    «Yo estaba en Sânnicolau Mare, en la escuela técnica agrícola, cuando se llevaron a mis padres. Luego, en una noche, no solo en Banato y Mehedinţi, en la misma noche los recogieron a todos. Pero por lo que me contaron mis padres, a las 12 de la noche vino un guardia de seguridad y un miliciano y les dijeron que hicieran las maletas porque tendrían que marcharse. Al día siguiente recibí una llamada telefónica de mi padre y me dijo que volviera a casa urgentemente, en el primer tren, y que no los encontraría en casa, sino en la estación. Cuando llegué a la estación, mis padres ya estaban con su equipaje en el andén esperándome. Después de llegar, nos metieron inmediatamente en el vagón y nos fuimos».

    El miedo de la gente era máximo. No sabían adónde los llevaban, vivían aterrorizados ante el espectro de ser devueltos a la Unión Soviética y enviados a Siberia. Elena Boroș recuerda sus primeras impresiones sobre el rumbo que tomaría su vida:

    «Cuando llegué aquí por la mañana, a Nicoleşti-Jianu, el tren se detuvo. Mi padre le preguntó al guardia de seguridad que vio que el tren se había detenido en una vía muerta si no seguíamos adelante. El guardia de seguridad nos dijo que nos quedaríamos allí. Llegaron unos camiones vacíos, le quitaron a cada uno el equipaje que tenían, nos subimos a un camión que nos llevó a Satu Nou (n. red: Aldea Nueva). De hecho, no había una aldea nueva, era un campo baldío. Se trazó el pueblo, con calles y lugares para las casas, donde estaría cada parcela de 2500 metros. Algunos, donde se detuvieron, vieron que el lugar estaba vacío y se sentaron allí. Donde nosotros paramos había trigo sembrado, pero había unas estacas alrededor, y dijimos que nos quedábamos allí. Descargamos y nos quedamos a cielo abierto. Y nos preguntábamos qué íbamos a hacer».

    La primera noche durmieron a cielo abierto, cubiertos con mantas y alfombras. Al día siguiente comenzaron a hacer sus casas, las primeras fueron las chozas. Luego cavaron pozos para obtener agua. Después de una semana, las autoridades llegaron y enviaron a la gente a una granja para trabajar en la cosecha de algodón.

    Vasile Neniță también fue deportado a Bărăgan cuando era niño. Y recordó el desierto en el que había terminado con sus padres y otros afectados por el destino.

    «Hacía mucho calor en Bărăgan. No había agua, solían traernos agua en camiones cisterna desde Borcea y la gente iba a por agua y la bebíamos durante mucho tiempo. Mucha gente se enfermó por esa agua. Lo más doloroso que recuerdo, todavía era un niño de 11 años, fue que en el primer año había un cementerio muy grande. Muchos no sobrevivieron a ese invierno, especialmente los ancianos de Banato. El clima en Banato era templado, había un clima frío. Era un invierno duro y no pudieron resistir. Mucha gente murió. Y esto sucedió en todas partes, y en el resto de los pueblos de Bărăgan, no solo aquí. No había nada en Bărăgan, solo un campo baldío. Se podía ver un árbol a 100-200 metros de distancia. ¡Esto era Bărăgan, hasta donde alcanzaba la vista era un campo! Y cuando llegaron esos vientos y torbellinos, como en la novela Los cardos de Bărăgan, fue aún más».

    Vasile Neniță también recuerda el momento en que la propia Ana Pauker, ministra de Relaciones Exteriores del gobierno comunista, hizo una visita para instar a los deportados a construir viviendas:

    «Llegó en helicóptero y aterrizó allí. Antes vino la milicia y tocó el tambor en el pueblo para que todo el mundo se reuniera en un lugar determinado. No sabíamos para qué, y allí también nos dijeron que teníamos que construir casas. E hicieron equipos de 8-10 personas y se estableció el orden de construcción de las casas. Se hacían de tierra batida, se colocaban tablones y se vertía tierra. Golpeaban con la maza hasta concluir el muro. Y las casas tenían dos habitaciones y una cocina, cubiertas. Nos trajeron la carpintería, el tejado y el junco».

    Después de 4 años de privaciones extremas, en 1955, las autoridades permitieron que los deportados se fueran a donde quisieran. La mayoría de ellos optaron por volver a visitar sus lugares de origen, dejando atrás una experiencia de vida extrema.

    Versión en español: Mihaela Stoian

  • La miscelánea: Rumanía en otoño – colores, aromas, fiestas

    La miscelánea: Rumanía en otoño – colores, aromas, fiestas

    Desde los vibrantes colores de los bosques de los Cárpatos hasta los mercados llenos de las riquezas de la cosecha, el otoño rumano nos ofrece un espectáculo visual y cultural inolvidable. El otoño convierte a Rumanía en un verdadero cuadro de cuento de hadas. Los paisajes más hermosos pueden admirarse en las regiones montañosas y rurales. Los Cárpatos, cubiertos de bosques mixtos, se vuelven una explosión de colores: rojo, amarillo intenso, naranja y tonos cobrizos. Por ejemplo, los Montes Apuseni o Bușteni son destinos populares para hacer senderismo en esta época del año, cuando los caminos están rodeados de hojas crujientes y los colores del bosque son impresionantes. La tranquilidad de la naturaleza y el aire fresco hacen que el otoño sea ideal para una escapada en plena naturaleza. Además de las montañas, el Delta del Danubio también ofrece un espectáculo único: la vegetación salvaje y las aves migratorias crean un paisaje inolvidable. Las mañanas frescas y la suave luz del sol otoñal hacen que cualquier paseo por la naturaleza sea mágico. El otoño es también la temporada de las cosechas abundantes en Rumanía. Los mercados de todo el país se llenan de verduras y frutas frescas: manzanas, peras, uvas, calabazas y, por supuesto, maíz. La cosecha de otoño es una oportunidad para que las comunidades celebren el trabajo de todo el verano. Un ejemplo de tradición relacionada con esta estación es la vendimia y la producción de vino. Regiones como Prahova, Moldavia o Dobrogea son conocidas por sus extensos viñedos.

    En octubre, se organizan festivales locales dedicados al vino, donde la gente se reúne para cosechar las uvas y celebrar con comida tradicional y danzas populares. Además, el otoño es la temporada en que las familias preparan conservas para el invierno: zacusca, una pasta tradicional de la gastronomía rumana, hecha principalmente de verduras asadas o cocidas, encurtidos y mermeladas. Esta costumbre, transmitida de generación en generación, llena las casas de aromas como los de los pimientos asados o la mermelada recién cocida, trayendo consigo recuerdos de la infancia y de las comidas familiares.

    El otoño también trae una serie de fiestas y eventos tradicionales en Rumanía. San Demetrio (26 de octubre) es una de las fiestas religiosas más importantes de esta estación. Marca el inicio del invierno pastoral y el final de la temporada agrícola. En los pueblos de montaña, los pastores descienden con sus rebaños desde las montañas y se organizan festivales de la trashumancia, una tradición viva en el país. Asimismo, la festividad de San Andrés (30 de noviembre) está rodeada de supersticiones y costumbres. Según la tradición, la noche de San Andrés los espíritus malignos y los strigoi (espíritus vampíricos) aparecen, y para protegerse, la gente unge las puertas y ventanas con ajo. Además, durante esta temporada se celebra el Día Nacional de Rumanía (1 de diciembre), una oportunidad para reflexionar sobre la historia del país y celebrar la unidad de los rumanos con desfiles, conciertos y fuegos artificiales. El otoño no solo es una temporada de cambio natural, sino también un momento para la introspección. Después del ajetreo del verano, la gente tiende a pasar más tiempo en casa, reflexionar y reconectarse consigo misma. La luz suave, los días más cortos y las temperaturas más bajas nos invitan a buscar comodidad y tranquilidad. Los cafés se llenan de personas disfrutando de bebidas calientes como té de frutas o vino caliente, y las tardes pasadas con un buen libro o cerca de la chimenea forman parte del encanto de esta estaci

    Si  pasean por Bucarest en esta época del año, no podrán dejar de notar la agitación y el encanto característico de los mercados de la ciudad. En otoño, estos se convierten en verdaderos puntos de atracción, ofreciéndonos una rica paleta de colores, aromas y tradiciones culinarias. Uno de los mercados más conocidos es Piața Obor, que mantiene su reputación como el corazón del comercio tradicional en Bucarest. Aquí, en cada esquina, pueden encontrar puestos llenos de verduras y frutas frescas, directamente de los productores locales. Manzanas rojas y amarillas, peras jugosas, uvas perfumadas y calabazas de todos los tamaños y formas – todo esto encanta nuestros sentidos e invita a llenar las bolsas de compras. Además de Obor, también Piața Matache o Piața Amzei son lugares que vibran de vida en esta época. Aquí, el otoño trae una variada oferta de productos de temporada: pimientos, berenjenas, pimientos morrones para zacusca, col para encurtir en invierno y, por supuesto, hierbas aromáticas como tomillo o eneldo, que dan sabor a los platos tradicionales. Cada mañana, los mercados de Bucarest están animados por vendedores llenos de energía y clientes que negocian con una sonrisa en el rostro por sus productos favoritos. Los compradores no vienen solo a por verduras y frutas, sino para disfrutar del ambiente auténtico de un mercado rumano, donde los pequeños productores muestran con orgullo los frutos de su trabajo durante el verano. No solo las frutas y verduras son atractivos de los mercados otoñales. En cada paso, se siente el aroma de las castañas asadas, el maíz hervido o las tartas recién salidas del horno, ofrecidas por los pequeños comerciantes. Todo parece recordarte los sabores de la infancia y las comidas en familia. Y no olvidemos el mosto, la bebida preferida de los rumanos en esta época, el jugo fresco de uvas que se obtiene antes de que comience el proceso de fermentación para producir vino. Es una bebida dulce y refrescante, muy popular en las regiones donde se cultivan uvas, especialmente durante la cosecha de la vid. Se consume como bebida, pero también es el primer paso en la elaboración del vino. En muchos mercados de Bucarest, especialmente en Piața Domenii o Piața 1 Mai, puedes encontrar botellas de mosto recién exprimido, un verdadero manjar otoñal. Es ese jugo de uva dulce, ligeramente efervescente, que te hace sentir que el otoño ha llegado plenamente a la ciudad. Además, los mercados otoñales también traen consigo festivales de la cosecha, donde los productores vienen de todas partes del país con sus mejores productos, y los visitantes pueden degustar delicias tradicionales: desde quesos y embutidos hasta dulces tradicionales y conservas. El ambiente siempre es festivo, con música folclórica y buen ánimo.

    Así que, el otoño en los mercados de Bucarest es una verdadera celebración para los sentidos. Ya sea que estén buscando las mejores verduras para hacer conservas o simplemente quieran disfrutar del ambiente auténtico de un mercado rumano, los mercados son el lugar perfecto para sentir la vibración de esta estación. Si aún no han visitado un mercado otoñal, les recomiendo dar un paseo y dejarse llevar por los aromas y colores de esta generosa temporada.

    En conclusión, el otoño en Rumanía es mucho más que una simple estación de transición. Es un tiempo de abundancia, de tradiciones ricas y de reconexión con la naturaleza. Ya sea que hablemos de la belleza de los bosques cobrizos, de los festivales locales o de las costumbres que nos acercan a la familia y los amigos, el otoño es una fuente de inspiración y emoción. Les invito a disfrutar de esta temporada especial, ya sea paseando por un parque o escapando a la naturaleza, o simplemente saboreando una taza de té caliente junto a una ventana abierta hacia el paisaje otoñal.

     

     

     

  • Historias del estanque

    Historias del estanque

    El pueblo está situado en una antigua zona de inundación del Danubio, actualmente tierra agrícola. Y por haber crecido allí, Dana Pârvulescu, coordinadora del proyecto Glosario. Residencia. Arte y antropología, cuenta la historia de esta investigación llevada a cabo a lo largo de dos años:

    «Es el espacio donde crecí y al que quise volver de una manera que pudiera entender lo que le pasó en los últimos años, en los últimos 20-30 años, cuando los cambios marcaron de alguna forma la vida de los habitantes, pero también todo tipo de cambios que ha habido en los últimos años. Estamos hablando de ecología, de migración y así por el estilo. Hablamos, por tanto, de un espacio situado en algún lugar de la zona del norte de Dobrogea. Luncavița se encuentra entre Galați y Tulcea, después de cruzar el Danubio en Galați. Este espacio era un espacio lacustre, lo llamamos la zona de inundación del Danubio porque cuando llegaba el agua en primavera, el agua realmente alcanzaba las puertas del pueblo y de las casas. Esta zona de inundación desapareció en 1987, en un proceso de modernización y con la presa del Danubio. Mi infancia transcurrió prácticamente mucho en este espacio que era un estanque, un bosque de sauces con mucha agua, con nenúfares, con juncos, era efectivamente un universo lacustre».

    También nos cuenta nuestra interlocutora sobre una realidad que hoy es difícil de imaginar por parte de quienes ven este espacio de 10 km entre el pueblo y el Danubio:

    «Estos cambios fueron graduales. Inicialmente, la tierra era muy fértil junto a la presa. La gente tenía tierra en el estanque y plantaba tomates, pimientos, verduras, girasoles, todas las plantas necesarias para vivir y las cosechas eran muy ricas. Mientras tanto, las cosas han cambiado. Todavía tenemos algunos canales que aseguran el riego de ese espacio. En este momento se siembra trigo, cereales. Estamos hablando de un espacio agrícola bajo control humano, que se está explotando en este ámbito de la agricultura».

    Un pueblo que de alguna manera se ha mantenido al día con la modernidad, lo que ha facilitado la interacción entre artistas, antropólogos y la población local. Dana Pârvulescu:

    «Un experimento tuvo lugar el año pasado, cuando pasaron bastante tiempo juntos en el campo, por un lado, los artistas tratando de documentar lo que hacen los antropólogos y por otro, los antropólogos escribiendo y tomando muchas notas en el campo, que luego tuvieron que juntar. También se publicaron dos artículos en este sentido en la plataforma Explorador. Se trata de un ejercicio de trabajo interdisciplinario entre artistas y antropólogos. Se influyen unos a otros. Si a simple vista pudiera parecer que su trabajo no interfiere mucho, este año podría decir que las cosas han cambiado. Es cierto que algunos de ellos se conocían de antemano y eso, obviamente, ayuda, otros ya sabían el espacio donde iban a ir a investigar. Y fue entonces cuando intenté adaptarme a un espacio nuevo y a personas nuevas. Creo mucho en la interdisciplinariedad y los resultados de trabajar juntos son completamente diferentes. De hecho, esto es lo que se puede ver en la exposición de este año: Glosario. Residencia».

     

    El resultado de la residencia en Luncaviţa fue la exposición Aquí hubo una vez agua, que se llevó a cabo en forma de laboratorio, para lo cual los participantes continuaron recogiendo los materiales recolectados en la exposición y colocándolos en los paneles, mencionó Dana Pârvulescu:

    «Básicamente, en el espacio donde nos alojó, montamos un mapa que hacía referencia a la antigua zona de inundación en el que los antropólogos insertaron textos de las entrevistas que tuvieron con los habitantes. Mapeamos y añadimos en el mapa los lugares que se veían de cierta manera hace 30 o 40 años. Por ejemplo, aquí estaba la casa donde se capturaba el pescado y desde donde seguía su camino. Realmente hay un local que el año pasado dijo por donde ahora pasa el coche, antes pasaba la carreta y uno de los artistas presentes en la exposición del año pasado dibujó las huellas de unos caballos que hacían esta referencia a los caballos que avanzaban por el muelle y ahora ya no se ven estos caballos. Este año, uno de los antropólogos constata la desaparición de los animales de carga y su sustitución por triciclos eléctricos para los desplazamientos o por maquinaria agrícola. Hay un péndulo entre lo que pasó el año pasado y este año. Así que, si el año pasado marcamos este mapa, que era el elemento central de la exposición y que este año, con la ayuda de la escuela del pueblo, conseguimos colocarlo en la escuela para que sirviera de material didáctico a los niños de allí, el Glosario es un poco más específico este año. El año pasado hicimos una serie de talleres con los niños de la residencia y los niños utilizaron este término de estanque. Y luego, cuando les pregunté si sabían que había agua aquí, por qué ellos creen que se llama estanque, no supieron cómo responder. Habían adoptado esta palabra sin entender su significado completo. Hacían referencia a esa tierra árida cuando hablaban del estanque. Esta fue también la razón por la que llevamos el mapa a la escuela».

    La exposición la podrán ver hasta el 22 de octubre, en el Museo Nacional del Campesino Rumano en Bucarest, en la Sala del Acuario, pero la investigación continúa y quién sabe qué más destacará.

    Versión en español: Mihaela Stoian

  • Cooperación en materia de seguridad

    Cooperación en materia de seguridad

    Más de dos años después de la invasión rusa de Ucrania, Rumanía sigue desempeñando un papel clave en los esfuerzos internacionales de apoyo a la administración de Kiev. Desde el apoyo logístico y de inteligencia hasta los esfuerzos para respaldar las exportaciones de grano ucraniano, Bucarest ha demostrado su utilidad y su valor como Estado miembro de la OTAN y de la UE. Como consecuencia, ya en 2022, Rumanía fue incluida en la lista de países “no amigos” del Kremlin, y las críticas e incluso las amenazas de Moscú se han multiplicado. En este contexto, el asistente para Asuntos Europeos y Euroasiáticos del secretario de Estado estadounidense, James O’Brien, se encuentra en Bucarest en una gira que incluye visitas a Bulgaria, Suiza y Eslovenia. Durante una reunión con el ministro rumano de Defensa, Angel Tîlvăr, el funcionario estadounidense declaró que Estados Unidos estaba trabajando con Rumanía en cuanto a los riesgos de seguridad derivados de la guerra en Ucrania. Subrayó la cooperación en el ámbito de la vigilancia aérea, marítima y terrestre para detectar y detener la llegada de drones rusos a territorio rumano.

    O’Brien también afirmó que “Rumanía ha hecho mucho para construir su propia capacidad en todas estas dimensiones” y elogió la cooperación entre Bucarest y Kiev, que calificó de “esencial para el pueblo ucraniano” y “también ayuda a Rumanía a estar más segura”. “Cuanto más Ucrania pueda luchar contra Rusia y mantener a Rusia ocupada para que se retire, más segura estará Rumanía. Nuestro trabajo con Rumanía consiste en asegurarnos de que la lucha no pueda extenderse y de que Rumanía pueda defender bien su territorio y a su pueblo frente a cualquier riesgo de que esta batalla se dirija en su contra”, afirmó O’Brien.

    Por su parte, el representante del Gobierno rumano destacó la necesidad de consolidar la presencia aliada en todo el flanco oriental de la OTAN y afirmó que este aspecto era “imperativo para la seguridad y la estabilidad de la región ampliada del mar Negro y no sólo”.

    A pesar del tenso contexto de seguridad, Rumanía no redujo sus esfuerzos diplomáticos para incorporarse plenamente al espacio Schengen, un derecho que se le niega desde hace años por razones políticas. Desde el 31 de marzo, tanto Rumanía como Bulgaria están incluidas en el espacio europeo de libre circulación sólo con fronteras aéreas y marítimas, siendo Austria el país que ha vetado hasta ahora la introducción de las normas de Schengen en las fronteras terrestres. En una conversación en Bucarest con su homólogo rumano, la ministra alemana del Interior, Nancy Faeser, elogió los esfuerzos de Rumanía a favor de la solidaridad europea en materia de asilo, como parte de su gestión de incorporarse plenamente al espacio Schengen. Por su parte, el ministro rumano del Interior, Cătălin Predoiu, expresó su esperanza de que este año puedan introducirse las normas de Schengen en las fronteras terrestres.