Vamos a hablar de puentes milenarios, construidos por civilizaciones anteriores y que ya no existen, describiremos puentes que se encuentran en los interiores de las ciudades, otros que sirven para unir países y alguno de muy reciente creación.
Vamos a hablar de puentes milenarios, construidos por civilizaciones anteriores y que ya no existen, describiremos puentes que se encuentran en los interiores de las ciudades, otros que sirven para unir países y alguno de muy reciente creación.
La Iglesia Ortodoxa Rumana celebra el 4 de febrero un siglo desde que se convirtió en patriarcado. La idea de convertirse en patriarcado había surgido unas décadas antes, después de que la institución se convirtiera en autocéfala en 1885, pero ello solo se materializó tras la Gran Unión de 1918, cuando contaba con 14 millones de fieles y tenía cinco sedes metropolitanas y 18 diócesis.
Al final de la Primera Guerra Mundial, las provincias con mayoría de población rumana ocupadas por los imperios multinacionales vecinos zarista y austrohúngaro quedaron bajo la autoridad de Bucarest: Basarabia (este), Bucovina (noreste), Transilvania (centro), Banat, Crișana y Maramureș (oeste). Además de su etnia, cultura y lengua comunes, también estaban vinculados a la madre patria por su fe predominantemente ortodoxa.
El Acta de Establecimiento del Patriarcado Ortodoxo Rumano, leída en el sínodo del 4 de febrero de 1925 y aprobada por unanimidad por sus miembros, fue adoptada posteriormente por el Parlamento. Ese mismo mes se promulgaron la ley y el estatuto de organización de la Iglesia Ortodoxa Rumana, según los cuales el Primado Metropolitano Miron Cristea se convirtió en Patriarca. Envió cartas de notificación al Patriarcado Ecuménico y a las demás Iglesias ortodoxas hermanas. El Patriarca Ecuménico Basilio III promulgó el acta de reconocimiento del Patriarcado rumano el 30 de julio de 1925, y la entronización de Miron Cristea como patriarca tuvo lugar el 1 de noviembre del mismo año.
Un siglo después de su fundación, el Patriarcado rumano proclama 16 nuevos santos. Se trata de líderes espirituales y teólogos que destacaron por sus confesiones de fe durante el régimen comunista ateo, instalado en el poder por el ejército de ocupación soviético, y las cárceles en las que cumplieron condena. Tres de los 16 son originarios de Besarabia, territorio del este de Rumanía anexionado en 1940 por la Unión Soviética estalinista y sobre el que se fundó la República de Moldavia.
De hecho, el Patriarcado de Bucarest reactivó su metropolitanato de Besarabia en 1992, justo un año después de la desintegración de la URSS, y muchos ciudadanos de la república vecina pertenecen a la Iglesia Ortodoxa Rumana. El Sínodo también apoya el establecimiento de la Iglesia Ortodoxa Rumana en la vecina Ucrania, donde viven más de 400.000 de étnicos rumanos, la mayoría cerca de la frontera, en el norte de Bucovina, el norte y el sur de Besarabia y en Tinutul Herta. También hay millones de creyentes ortodoxos rumanos en la diáspora en Occidente –Europa Occidental y Norteamérica–, que son pastoreados espiritualmente en sus parroquias por sacerdotes del país.
En el último censo rumano de 2021, casi 16,4 millones de personas del total de la población residente declararon su afiliación confesional. El 85,3% de ellos se declararon ortodoxos. El 4,5% se declaró católico romano, el 3% reformado y el 2,5% pentecostal. El 0,7% de los rumanos se declaran greco-católicos. El 0,9% de los encuestados declara no tener religión o ser ateo o agnóstico.
Versión en español: Antonio Madrid
Así, el extremismo de izquierda y de derecha, el comunismo y el fascismo, monstruosas creaciones de la guerra, llegaron a dominar la mente de muchas personas. Una peculiaridad de la Gran Guerra fue que ni los vencedores podían disfrutar de su victoria ni los vencidos renunciaban a la venganza. Fue necesaria la Segunda Guerra Mundial para que las energías destructivas se consumieran.
Los nuevos estados que surgieron después de 1918 tomaron medidas contra el extremismo y para asegurar las fronteras. El Reino de la Gran Rumanía, también creación del sistema de Versalles, tomó duras medidas para liquidar las manifestaciones extremistas que ponían en peligro su existencia y funcionamiento.
El 6 de febrero de 1924, hace más de 100 años, el gobierno liberal dirigido por Ion I. C. Brătianu adoptó la ley sobre personas jurídicas en base a la cual las organizaciones extremistas eran ilegales. Las dos principales organizaciones atacadas fueron la Liga para la Defensa Nacional-Cristiana, de extrema derecha, fundada en 1923, y el Partido Comunista Rumano, de extrema izquierda, fundado en 1921. El artífice de la ley, de quien tomó su nombre, fue el ministro de Justicia Gheorghe Gh. Mârzescu, abogado y alcalde de Iași durante los años de la guerra.
Si la extrema derecha se reinventó en 1927 con la fórmula del Movimiento Legionario y pudo funcionar legalmente con éxito de parte del público a finales de los años 30, la extrema izquierda, la agencia de Moscú en Rumanía, permaneció prohibida hasta 1944. Al final de la Segunda Guerra Mundial, después de que la Unión Soviética ocupara Rumanía y llevara al PCR al poder, los pocos miembros del partido se hicieron famosos por haber pertenecido a una organización prohibida. Se les llamaba ilegalistas y eran tanto los que estaban en las cárceles como los que, escondidos, en libertad, seguían las instrucciones de Moscú.
Uno de los ilegalistas fue Ion Bică. En el archivo del Centro de Historia Oral de la Radiodifusión Rumana hay una entrevista suya de 1971 en la que contó cómo desde el campo de Târgu Jiu, donde se encontraban algunos de los militantes comunistas, escaparon en abril de 1944 con la ayuda de algunas personas de la administración.
«El partido había logrado establecer una estrecha conexión entre los militantes de fuera y los militantes de las prisiones y los campos. Se iba a enfrentar a una situación difícil. A medida que los ejércitos de Hitler recibían golpe tras golpe, la actividad del partido se intensificó en el país. La conexión entre los comunistas de adentro y de afuera se hacía a través de personas sencillas que realizaban ciertos trabajos en la administración del campo. Por ejemplo, hubo mujeres que, con la abolición del campamento, se fueron a diferentes localidades del país y a Bucarest. Había mujeres que gozaban de la confianza de los comunistas, eran las portadoras de las notas, de la correspondencia entre los comunistas de fuera y los de dentro, así como entre los de dentro y los de fuera».
Anton Moisescu también era ilegalista y en 1995 contó en qué consistía su actividad antes y durante la guerra:
«Antes seguía haciendo la actividad del partido ilegalmente, pero trabajando en la fábrica y con mi nombre real, conocido por todos, pero desconocido como militante del partido o activista de la Unión de Jóvenes Comunistas. Esta vez, sin embargo, tuve que cambiar mi nombre y no mostrar mi cara por ningún lado, para que ninguno de nuestros agentes se encontrara conmigo o me detuvieran de inmediato. Y luego, vivía en casas conspirativas, hacía la actividad de noche, salía a reuniones solo de noche. Me buscaban, pero la Seguridad del Estado no me encontraba por ningún lado».
Anton Moisescu también se refirió a los medios de subsistencia que tenía un ilegalista:
«Vivíamos de la ayuda del personal activo de la capital. La gente recogía algo de dinero para nosotros porque éramos pocos, no éramos muchos los que estábamos en esa situación. Los demás miembros del partido y simpatizantes estaban juntando dinero para los presos políticos, yo también me encargaba de eso, con el Socorro Rojo: ropa, comida, alimentos, dinero. Les dábamos lo que recogíamos a través de sus familiares, lo enviábamos a las cárceles. También recaudaban para nosotros. Teníamos una casa segura para vivir, normalmente no teníamos nada para alquilar, no teníamos ninguna casa a nuestro nombre. Era la casa de un simpatizante donde nos quedamos un tiempo. Como algo sospechoso nos parecía, nos fuimos a otra casa de otro simpatizante y así sucesivamente. Siempre estuvimos en casas conspirativas desconocidas para la Securitate, con personas que tampoco eran conocidas como activistas, sino solo como nuestros simpatizantes».
El período de ilegalidad en el que operó el PCR, entre 1924 y 1944, fue uno en el que el Estado rumano se consolidó legislativa, administrativa, política y económicamente. Y la ley Mârzescu fue el instrumento por el cual no se permitió que el extremismo, de derecha e izquierda, secuestrara el desarrollo de un Estado que había pagado con grandes sacrificios lo que había obtenido.
Versión en español: Mihaela Stoian
Un año antes, en junio de 1940, tras dos ultimátum al gobierno rumano para que cediera, había ocupado Besarabia y el norte de Bucovina, territorios rumanos al este y al norte. Como en toda guerra, tras las operaciones militares también resultaron prisioneros.
El ejército rumano capturó a 91 060 soldados soviéticos entre el 22 de junio de 1941 y el 23 de agosto de 1944. De ellos, el 90%, es decir, 82 057 personas, fueron enviadas a 12 campos de Rumanía. Según el diccionario compilado por los historiadores Alesandru Duțu, Florica Dobre y Leonida Loghin, titulado El ejército rumano en la Segunda Guerra Mundial, de los internados en los campos, 13 682 que eran de origen rumano de Besarabia y el norte de Bucovina fueron liberados. Otros 5223 murieron y 3331 lograron escapar.
El 23 de agosto de 1944, Rumanía abandonó la alianza con Alemania y todavía había 59 856 prisioneros soviéticos en su territorio, de los cuales 2794 oficiales y 57 062 suboficiales y soldados. Étnicamente, 25 533 eran ucranianos, 17 833 rusos, 2497 calmucos, 2039 uzbekos, 1917 turcos, 1588 cosacos, 1501 armenios, 1600 georgianos, 601 tártaros, 293 judíos, 252 polacos, 186 búlgaros, 150 osetios, 117 azerbaiyanos y varias docenas de otras etnias en menor número.
Los documentos muestran que los prisioneros soviéticos en Rumanía fueron tratados de acuerdo con la legislación internacional vigente. Al comienzo de la guerra, las condiciones eran precarias, lo que causó la mayoría de las muertes. Pero mejoraron rápidamente, y los informes de las comisiones de control del ejército rumano registraron progresos. Encarcelaron a los prisioneros soviéticos en campos, se les proporcionó alojamiento, comida, higiene y atención médica, se les interrogó y se les dio la oportunidad de trabajar.
El coronel Anton Dumitrescu participó en el acto del 23 de agosto de 1944, siendo él y cuatro suboficiales los que arrestaron al mariscal Ion Antonescu y al viceprimer ministro Mihai Antonescu. En una entrevista de 1974 en el archivo del Centro de Historia Oral de la Radiodifusión Rumana, recordó cómo, antes del arresto de Antonescu, le habían enviado a recopilar información sobre el centro de prisioneros soviéticos en Slobozia. Los servicios de inteligencia rumanos se habían enterado de que los alemanes lo estaban preparando como un lugar para iniciar operaciones contra el ejército rumano en caso de fracaso.
«En Slobozia había un gran centro para prisioneros rusos. Los alemanes habían guarnecido todo el campo con tropas de Vlásov. Estas eran los rusos que, dirigidos por el general Vlásov, habían hecho un pacto con los alemanes. Y vestidos con uniformes alemanes, luchaban contra los rusos. O, por la información que teníamos, los alemanes querían estar seguros en ese centro por si nos pasaba algo para que los rusos de Vlásov hicieran un pacto con los rusos y lucharan contra nosotros. Había tenido contacto con las tropas de Vlásov en el Cáucaso cuando, de hecho, no sabían cómo rendirse porque los soviéticos los habrían matado. Estaban muy decididos a luchar. Toda la zona estaba llena de refugiados de Moldavia y Besarabia y no vi a ningún Vlásov».
El ingeniero Miron Tașcă trabajó en la fábrica franco-rumana de Brăila, que tenía una producción mixta, civil y militar. En 1995, Tașcă se acordó de los prisioneros soviéticos que habían trabajado en la fábrica de Brăila y de lo que les ocurrió tras la entrada de los soviéticos en Rumanía.
«Durante la guerra, también trabajamos en la fábrica de Brăila con varios prisioneros. Los trataban muy bien y no trabajaban en máquinas, hacían trabajos manuales, descargaban y cargaban materiales y limpiaban. Los soviéticos liberaron a estos prisioneros y los llevaron a Rusia. En el momento en que se los llevaron, también supieron que tenían que irse. Uno de ellos, que me dijo que era uzbeko, me dijo que no quería volver a la URSS. Me pidió que hiciera todo lo posible para mantenerlo allí, era un chico trabajador, callado y tranquilo. Por supuesto, esto no fue posible. Los prisioneros fueron investigados, numerados, completamente controlados, y luego se fue, el pobre hombre. Pero fue él quien no quiso volver en absoluto. Probablemente otros que pensaban lo mismo tampoco lo querían. Probablemente no sabían lo que les esperaba entonces, pero este hombre dijo desde el principio que no quería volver».
Cristinel Dumitrescu, alumno en la escuela militar durante la guerra, dijo en 1998 que antes de ver a los soldados soviéticos después de 1944, los había visto como prisioneros.
«Había visto rusos antes, eran prisioneros. Había entre 10 y 20 prisioneros rusos en nuestro país que trabajaban libremente. Se alojaban en el puesto de gendarmes y se ocupaban de limpiar las carreteras, las zanjas, paraban en casas particulares y trabajaban allí, conseguían comida y demás. Después del 23 de agosto de 1944, los primeros en huir fueron estos rusos, pero no hacia el Este, sino hacia el Oeste. Porque sabían lo que venía».
La historia de los prisioneros de guerra soviéticos en Rumanía es poco conocida. Es esa historia la que espera pacientemente llegar a la conciencia de la memoria pública.
Versión en español: Mihaela Stoian
Una de las fuertes armas de la propaganda del régimen comunista fue la prensa. La libertad de expresión y de prensa es un derecho reconocido en el siglo XVIII, adoptado formalmente como universal en el artículo XI de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789. Pero los regímenes totalitarios, comunistas y fascistas han desfigurado este derecho convirtiéndolo en un medio de silencio.
En los regímenes de los partidos comunistas en los países de Europa Central y Oriental, toda la prensa giraba en torno a la ideología. Pero los partidos también tenían sus propios periódicos, sus voces oficiales, a través de los cuales se expresaba la esencia del régimen. En la Unión Soviética había, y sigue existiendo en la Rusia de hoy, el periódico Pravda o Verdad de 1912. En la Bulgaria comunista apareció Rabotnichesko Delo o Actos de los obreros. En Checoslovaquia, el partido se expresaba a través de Rudé Právo o Justicia Roja, que apareció hasta 1995. En la antigua República Democrática Alemana, Neues Deutschland o Nueva Alemania comenzó a publicarse en 1946, y continúa hasta el día de hoy. En la antigua Yugoslavia se publicó Borba o La Lucha, imprimida hasta 2009, pero reapareció episódicamente. En Polonia, Trybuna Ludu o Tribuna del Pueblo se pudo leer entre 1948 y 1990. Y en Hungría, el mercado de la prensa estuvo dominado por Szabad Nép o Gente Libre entre 1942 y 1956, y Népszabadság o Libertad del Pueblo entre 1956 y 1956. En Rumanía, el Partido Comunista Rumano se dirigía a la sociedad a través del periódico La Chispa.
Fundado en 1931, cuando el PCR era un partido ilegal en Rumanía porque luchaba por el desmembramiento del país, La Chispa apareció de vez en cuando hasta 1940. Había tomado su nombre de Iskra o La Chispa, el periódico de Lenin en el exilio, publicado entre 1900 y 1905. La Chispa aparece legalmente por primera vez el 21 de septiembre de 1944, después de que el Ejército Rojo ocupara Bucarest el 30 de agosto e impusiera el régimen comunista en toda Rumanía hasta 1947. El Centro de Historia Oral de la Radiodifusión Rumana lo entrevistó al crítico de arte Radu Bogdan en 1995. Nacido en 1920, el joven Bogdan era simpatizante comunista y había tenido encuentros esporádicos con los miembros del Partido Comunista Rumano durante los años de la guerra. Se volvió activo inmediatamente después de la invasión soviética y en 1995 recordó frente al micrófono cómo había participado en el restablecimiento del periódico del partido.
«¿Cómo empezó La Chispa? Fueron cinco los encargados por el partido de poner en marcha la primera edición. Matei Socor estaba a la cabeza de los cinco: estaban Pavel Chirtoacă, el ingeniero Salomón, Radu Mănescu y Iosif Ardelean, que más tarde trabajaría en la censura. Así que con estos cinco empezamos, el ingeniero Salomón teniendo tareas administrativas. En ese momento, en mi cabeza rondaba la idea de que quería ser periodista, pero no sabía cómo empezar. Al enterarme de que Radu Mănescu iba a fundar un periódico, me presenté y le pregunté si podía unirme, porque quería hacer periodismo. Así que me invitaron a sentarme y hacer trabajo voluntario. Era el llamado período romántico, el de los ideales. Les puedo decir que hice una corrección. Mirel Ilieşiu era un compañero mío y además director. Así que puse un pie allí desde la primera edición del periódico La Chispa».
En las páginas de los periódicos, los intelectuales comunistas idealistas, los oportunistas más antiguos o los más nuevos, se expresaban con extrema violencia contra la democracia. Uno de ellos, Silviu Brucan, que sobrevivió a toda la historia del régimen y también tuvo carrera pública después de 1989, fue uno de los más activos. Radu Bogdan recordó la actividad alerta que tenía la prensa en aquellos años, especialmente la de La Chispa dirigida por el sociólogo Miron Constantinescu.
«Matei Socor estuvo al mando de La Chispa solo un día. Después de eso, Matei fue trasladado a Radio y se convirtió en gerente general. Pocos días después de las primeras ediciones de La Chispa llegó Miron Constantinescu que acabó de salir de la cárcel. A menudo trabajábamos por la noche en La Chispa. Dormí con él los primeros días en el mismo colchón, en el suelo, allí no había camas. La primera redacción del periódico La Chispa funcionaba en el edificio del antiguo periódico La Luz de Pamfil Şeicaru. Yo también era el guardaespaldas de Miron Constantinescu en ese momento, como esos espantapájaros en el campo que no son reales porque yo no iba armado. Pero él iba todos los días a la Confederación General del Trabajo y no quería parecer que caminaba solo por la calle y entonces siempre me llevaba para que le acompañara. Me veía así, bastante fuerte, era alto. No tuve que enfrentarme a ningún ataque. Pero durante unos meses fui como su sombra».
Durante los siguientes 40 años, La Chispa fue lo que fueron sus hermanas, una simple oficina de propaganda que ocultaba las carencias materiales y las violaciones brutales de derechos a las que se enfrentaban los rumanos. A lo largo de los años, importantes nombres de la ciencia y de la cultura rumana han publicado en el periódico, la lista de colaboradores siendo una larga. Para la posteridad, el caso de La Chispa es un ejemplo de cómo la prensa no debe serlo.
Versión en español: Mihaela Stoian
La ocupación rusa de Besarabia significó, especialmente después de 1830, una política de fomento de la influencia rusa en una zona de conflicto con el Imperio Otomano. En junio de 1940, tras el acuerdo entre Hitler y Stalin en el verano de 1939, la Unión Soviética se anexionó Besarabia. En 1941, Rumania la liberó y en 1944 la vida de los habitantes de Besarabia volvió a su curso natural. Pero al final de la Segunda Guerra Mundial, a partir de 1944, la Unión Soviética volvió a ocupar Besarabia, así como toda Europa Central y Oriental, e impuso regímenes a imagen y semejanza del suyo.
Entre 1945 y 1989, la brutalidad soviética se extendió a los habitantes de Besarabia, adoptando todas las formas imaginables: deportaciones a campos y encarcelamientos, desplazamientos de población, educación estalinista, otras violaciones sistemáticas de los derechos humanos y las libertades fundamentales. El amplio proceso de sovietización significó la creación del nuevo hombre soviético a través de la amnesia, es decir, olvidando los propios orígenes y borrando la memoria de los eventos pasados.
Rumanía fue el principal enemigo utilizado en el proceso de sovietización de Besarabia. La frase «fascistas rumanos» estaba presente en cualquier referencia a la zona al oeste del Prut. Entre las primeras víctimas de la sovietización se encuentran los monumentos del foro público que expresaban la voluntad y los sentimientos de la población de Besarabia, que representaban la adhesión de la mayoría de los rumanos de Besarabia a su identidad y pertenencia a la ciudadanía del Reino de la Gran Rumanía. Las estatuas y símbolos de personalidades de la historia y la cultura rumanas fueron demolidos, destruidos y reemplazados por estatuas y símbolos del ocupante soviético. Los monumentos soviéticos expresaban fuerza y agresividad en el más alto grado, al igual que algunos monumentos representados por tanques con cañones apuntando hacia el oeste, hacia Rumania.
Pero desde 1991, el año del colapso de la Unión Soviética, un verdadero Imperio del Mal como lo llamó el presidente estadounidense Ronald Reagan, la República de Moldavia se ha vuelto independiente. Desde entonces, los habitantes de Besarabia han estado buscando sus orígenes y tratando de volver a las formas de identidad de sus padres y abuelos.
Una de las medidas adoptadas en este sentido es la eliminación de los monumentos soviéticos y la reubicación de los monumentos de la época en que Besarabia formaba parte de Rumania. En Bucarest se inauguró una exposición de 28 monumentos rumanos restaurados de soberanos, héroes, soldados y clérigos rumanos, pero también de personalidades culturales contemporáneas como los cantantes Doina e Ion Aldea Teodorovici. La exposición también contó con la presencia de Iuliana Gorea-Costin, embajadora de la República de Moldavia en Bucarest.
«A la izquierda del Prut, la guerra entre la luz y la oscuridad es bastante intensa y se está librando una batalla permanente para afirmar nuestra identidad. Es una batalla por la historia, por la lengua y la literatura rumanas. Ha estado de pie, más de una vez, en la plaza de la Gran Asamblea Nacional, incluso durante meses. Al estar en la encrucijada de civilizaciones, necesitamos conocernos mejor, los que estamos dentro de la misma nación. Y al mismo tiempo, debemos unir nuestros esfuerzos para que las personas sabias sobrevivan en este espacio».
En el período transcurrido desde 1991, las organizaciones cívicas de la República de Moldavia han emprendido acciones para reubicar los monumentos rumanos originales y los monumentos que informarían a la opinión pública sobre las atrocidades cometidas durante la barbarie soviética.
Por ejemplo, un monumento reubicado y consagrado en 2016, una copia del período de entreguerras, es el Monumento de los Tres Mártires en la capital de Chisináu. Está dedicado a luchadores por la idea nacional como el sacerdote y escritor Alexei Mateevici (1888-1917), el abogado, periodista y cantante Simion Murafa (1887-1917) y el ingeniero topográfico Andrei Hodorogea (1878-1917). Los tres murieron en el terrible año de 1917, Mateevici, de 29 años, afectado por el tifus exantemático, y los amigos Murafa, de 30 años, y Hodorogea, de 39, asesinados por una banda de criminales bolcheviques.
Después de la guerra, Pantelimon Halippa, político de Besarabia, creó un comité para erigir monumentos para todos los combatientes unionistas, entre los que se encontraban los tres. En 1923, se inauguró el monumento a Mateevici, Murafa y Hodorogea por iniciativa de la Sociedad Las Tumbas de los Héroes Caídos en la Guerra, en presencia del general francés Henri Berthelot. El monumento era una losa de piedra, colocada en posición vertical, en la que estaban enterrados los rostros en bajorrelieve de bronce de los tres héroes. En el pedestal, frente a los bajorrelieves, había un águila de bronce y debajo se colocó la inscripción Apóstoles de Besarabia, Mártires de la Santa Causa Nacional. El monumento, de tres metros de altura, estaba coronado con el escudo de armas de Rumanía, entre una rama de roble y una rama de laurel, realizada en bronce. Este medía 4,35 metros de largo y 1,92 metros de ancho.
En vísperas de la anexión de Besarabia en junio de 1940, el ejército rumano desmanteló los bajorrelieves de Alexei Mateevici y Simon Murafa y los envió a Bucarest. En 1962, el resto del monumento y el campanario situado frente a la catedral de la Natividad del Señor, donde se encontraba, fueron volados por el ejército soviético.
Versión en español: Mihaela Stoian
Ocupados después de 1945 y con regímenes de partidos comunistas impuestos, los países de Europa Central y Oriental prácticamente no tenían estrategias de defensa nacional y estaban a merced de la Unión Soviética. Esta no dudó en ocupar Hungría en 1956 y Checoslovaquia en 1968 y en destituir a las direcciones reformistas de allí. Amenazada por la agresión soviética, Rumanía, que había condenado la invasión de Checoslovaquia, trató de idear un plan para protegerse. Después de 1968, el líder rumano Nicolae Ceausescu ideó la doctrina militar de una «guerra de todo el pueblo» para defenderse.
El general Neagu Cosma trabajó en las estructuras de inteligencia antes de 1989. Entrevistado en 2002 por el Centro de Historia Oral de la Radiotelevisión Rumana, dio detalles sobre lo que en la prensa posterior a 1989 se denominó Plan Z. Cosma afirmó que el plan fue concebido originalmente según la lógica de cualquier estrategia nacional de seguridad:
«Se ha discutido mucho sobre el despliegue del Estado, el mando de las operaciones militares y el comandante supremo. Algunos dicen que, por cobardía, Ceaușescu quería huir a toda costa y creó una estructura especial para que él y su familia pudieran apartarse del invasor y salvar el pellejo. Quiero responderle con datos concretos que la evacuación de Ceaușescu también formaba parte de la regla de la guerra, él era el comandante supremo del ejército. En cualquier ejército y en cualquier país, el comandante y el mando deben tener un lugar de repliegue, si aquí ya no sirve, tengo otro en reserva y así sucesivamente».
Llamado Rovine IS 70, el Plan Z fue diseñado para garantizar la existencia del Estado rumano en circunstancias extremas. Neagu Cosma:
«El plan recibió el nombre en clave de Rovine IS 70, y después de diciembre del 89 la prensa lo llamó Plan Z. El plan Rovine IS 70 estipulaba que debía aplicarse en el momento en que, como resultado de un acto de agresión dirigido contra el Estado rumano, existiera un peligro inminente de ocupación temporal de la capital y de una parte del territorio. Esto habría hecho difícil o incluso imposible dirigir la lucha de resistencia de todo el pueblo desde el mismo cuartel general donde se encontraba el mando. El plan establecía cómo sacar al jefe del edificio del Comité Central (C.C.), y he aquí cómo Nicolae Ceaușescu iba a ser sacado de la sede del C.C. a través del túnel que conectaba este edificio con el antiguo Palacio Real, situado al otro lado de la calle».
El plan preveía, entre otras cosas, en caso de invasión y ocupación soviética, guerras de guerrillas, sabotaje, la retirada del ejército a la frontera con Yugoslavia y la puesta a salvo de Ceaușescu y de la dirección del ejército. Estructurado en 8 puntos, fue mejorado a lo largo de los años. Neagu Cosma:
«Los medios de comunicación por radio y el canal de televisión ya funcionaban, estaban operativos. Los equipos de desvío también estaban listos para actuar, algunos ya estaban desplegados sobre el terreno. En cuanto a la defensa del cuartel general y del comandante supremo, se tomaron las siguientes medidas. Uno: sacar a Ceaușescu de la sede del C.C. del Partido Comunista Rumano en caso de que fuera rodeado. Ese era un primer punto del plan, cómo sacarlo de la sede del C.C. Dos: construir un pequeño dosímetro en el Instituto de Física Atómica de Măgurele para controlar la radiación nuclear. Tres: estudiar las carreteras al sur de los Cárpatos meridionales para utilizarlas en caso de una retirada precipitada. Cuatro: había que hacer la misma operación para todos los cruces hacia los Cárpatos. Cinco: establecer la ubicación de las instituciones, los mandos y las rutas hacia cada nuevo asentamiento. Seis: crear comisiones mixtas formadas por el ministro de Transportes, el jefe de la sección organizativa del C.C. del Partido Comunista Rumano, especialistas en Transportes que estudiarían y presentarían propuestas para la fluidificación del tráfico ferroviario y por carretera de Bucarest a Timisoara. Siete: los documentos de los archivos de la Securitate se microfilmaron, eran fáciles de transportar y ocultar para no caer en manos de los invasores. Ocho: el cambio de cifrado del Estado».
Pero la creciente impopularidad del régimen, la dureza de los dirigentes y el cinismo del matrimonio Ceausescu hicieron que el Plan Z se personalizara y perdiera su finalidad. En 1989, el plan de resistencia nacional, que incluía la protección de Ceaușescu, fue inútil. Le preguntamos a Neagu Cosma por qué el Plan Z no funcionó en 1989:
«No funcionó porque no hubo gente para aplicarlo. Entonces, en 1968, había gente y lo aplicó hasta el sacrificio. Ahora no había nadie dispuesto a aplicar el plan, ni siquiera uno, porque todo el mundo estaba harto. Entre los oficiales de la guardia hubo no sé cuántos intentos al menos teóricos de aniquilar a los Ceausescu. Ellos estaban allí, veían lo que pasaba. Por eso el Plan Z, o como se llamara al final, nunca se llevó a cabo. Nadie quiso implementarlo».
El abandono del Plan Z y del matrimonio Ceaușescu en diciembre de 1989 fue el primer gran paso para salvar a Rumanía. Y la seguridad del Estado volvió a ser la que debería haber sido en un clima normal y libre.
Tras la Primera Guerra Mundial, los Estados vencedores del bloque de la Entente, (Francia, Gran Bretaña, Italia, Japón, Estados Unidos y Rumanía) quisieron mantener la paz mediante tratados de paz, la Sociedad de Naciones —precursora de la ONU—, y alianzas regionales.
Así, surgieron alianzas regionales en Europa Central y del Sudeste para bloquear la política de los Estados revisionistas. Una de estas alianzas fue la entente o pacto de los Balcanes, firmada en Atenas, la capital griega, hace 90 años, el 9 de febrero de 1934, entre Yugoslavia, Rumanía, Turquía y Grecia. Había sido precedida por el Bloque de los Balcanes diez años antes, en 1924.
Desde el punto de vista de Rumanía, la Entente de los Balcanes formaba parte de un sistema de alianzas diseñado para defender sus fronteras desde los cuatro puntos cardinales, norte, este, sur y oeste.
La doctrina de defensa nacional de Rumanía consideraba a la Unión Soviética como la principal amenaza para su seguridad, por lo que la firma de la alianza con Polonia en 1921 aseguraba el norte y el este. Al oeste, Rumanía había asegurado su frontera mediante la firma del Pequeño Acuerdo con Yugoslavia y Checoslovaquia en 1921. Y al sur, la seguridad estaría garantizada por el Pacto de los Balcanes. El principal inspirador y guardián de las alianzas en Europa central y del sudeste fue Francia.
¿Por qué se unen los países? Esta es una pregunta a la que los especialistas en relaciones internacionales han dado respuestas basadas en intereses económicos, similitud de sistemas políticos, valores, ideologías, afinidades culturales y lingüísticas, y presiones de las grandes potencias.
El politólogo estadounidense Randall Schweller ha identificado dos motivaciones principales para que los Estados formen alianzas militares. La primera motivación es el equilibrio, que suele ser defensivo e intenta bloquear la agresión de otros Estados. La segunda motivación es la alineación, que es ofensiva. Desde este punto de vista, la Entente de los Balcanes fue una alianza militar defensiva, de equilibrio, destinada a aislar a Bulgaria, promotora de una política agresiva en la zona, apoyada activamente por la Unión Soviética. El historiador militar Petre Otu ha esbozado las características geopolíticas y geoestratégicas de la Entente de los Balcanes:
«Se trata de una alianza regional. Los actores son cuatro Estados, se basa en los principios de equilibrio para proteger el statu quo en la región consagrados en la conferencia de paz de París de 1919 y 1920. Algunos dicen que fue contra Bulgaria y yo no niego tal intención de los iniciadores. Pero hay otra premisa importante, la que dijo Nicolae Titulescu: los Balcanes eran conocidos como el polvorín de Europa. Me parecieron ilustrativas las palabras de Titulescu, que tenía mucha razón, de que había que poner fin a este carácter bélico endémico de los Balcanes, que había que llegar a un acuerdo y establecer una zona de paz y cooperación».
Hay un refrán rumano que dice que las cuentas de casa no coinciden con las del mercado; dicho de otro modo, el diablo está en los detalles. Aunque movidos por intereses comunes, los Estados balcánicos anteponen en realidad sus propios intereses. Petre Otu:
«Tres de los socios eran Estados mediterráneos, Yugoslavia, Grecia y Turquía, y sus esfuerzos en materia de seguridad iban dirigidos en esta dirección. No estaban dirigidos hacia lo que a Rumanía le interesaba especialmente. Grecia tenía una reserva contra una posible agresión italiana en la península balcánica. Del mismo modo, Italia era un peligro para Yugoslavia. Rumanía y Turquía eran dos países que vecinos del mar Negro y deberían haber sido más sólidos. Pero aquí estaba la llamada reserva turca. Según los acuerdos entre Kemal Pasha y Lenin a principios de los años veinte, los dos países serían aliados y Turquía se comprometía a no tener un conflicto con Moscú».
La Entente de los Balcanes era loable en teoría, pero carecía de cohesión en la práctica. Petre Otu:
«Otra característica de esta alianza regional era la falta de un Estado-patrocinador, un Estado hegemónico. La Entente de los Balcanes se enfrentaba a las ambiciones de control de Francia, Italia y Gran Bretaña, entre las que existían fuertes contradicciones. En 1931, Italia y Gran Bretaña alentaron la creación de una unión Bulgaria-Turquía-Grecia. Pero Francia se resistió y optó por un acuerdo Yugoslavia-Rumanía-Bulgaria».
Las alianzas regionales eran buenas diplomáticamente, pero inútiles militarmente. Por sus propias razones, Checoslovaquia no se comprometió claramente en el marco del Pequeño Acuerdo a apoyar a Rumanía en caso de ataque. Por las mismas razones, Grecia y Turquía no se comprometieron a apoyar a Rumanía en caso de un ataque desde el este. En conclusión, Petre Otu afirmó que las alianzas regionales solo funcionan si participan grandes actores:
«La entente balcánica era una alianza de pequeños actores y no resistía los intereses contrapuestos de las grandes potencias. En general, las alianzas regionales de pequeños actores son menos viables en el sistema de relaciones internacionales. Pueden ser manipuladas por los grandes actores internacionales, por lo que la Pequeña Alianza, la Alianza Balcánica y la Alianza Rumano-Polaca no resistieron las extraordinarias presiones de las grandes potencias y las tensiones en las relaciones internacionales».
A finales de la década de 1940, los sistemas de alianzas regionales se derrumbaban y estallaba la Segunda Guerra Mundial. Siguió un largo y sangriento conflicto del que la humanidad salió en 1945, golpeada por otras tragedias y aspiraciones incumplidas.
Versión en español: Antonio Madrid
Las empresas mixtas rumano-soviéticas “Sovrom” fueron creadas inmediatamente después de la ocupación de Rumanía por el Ejército Rojo a finales de la Segunda Guerra Mundial. La primera fue la empresa Sovrompetróleo (Sovrompetrol), el 17 de julio de 1945. Teóricamente, las empresas Sovrom tenían por objetivo reconstruir Rumanía y pagar los daños de la guerra a la URSS asegurando recursos a la economía soviética. Rumanía tenía que pagar aproximadamente 300 millones de dólares estadounidenses en concepto de comprensación según la Convención de armisticio. Sin embargo, se cree que Rumanía pagó mucho más mediante las empresas Sovrom. La contribución soviética a la creación de las Sovrom fue insignificante, siendo el principal factor activo la participación de los consejeros soviéticos que supervisaban el funcionamiento de las empresas.
Sin embargo, las empresas Sovrom tuvieron también el papel de movilizar a la gente para la restauración económica, y la ideología tuvo una enorme importancia para reclutar la mano de obra. Una de las empresas mixtas rumano-soviéticas de las que dependía la restauración de la economía rumana fue la Sovromconstrucción (Sovromconstrucţia). Creada el 4 de julio de 1948, la Sovromconstrucción (Sovromconstrucţia) fue responsable de las grandes obras a las que estaban siendo enviados a participar, junto a los trabajadores, todos aquellos que ya no cumplían con los criterios del régimen. Uno de los jóvenes que ya no cumplían con esos criterios fue el historiador Dinu C. Giurescu, hijo del historiador Constantin C. Giurescu y que fue preso político. En 1950, Dinu C. Giurescu se había graduado recientemente en la Facultad de Historia y fue enviado a trabajar como capataz en la Sovromconstrucción (Sovromconstrucţia), que construía carreteras. En una entrevista concedida en 2002 al Centro de Historia Oral de la Radiodifusión Rumana, explicó cómo se creó la Sovromconstrucción (Sovromconstrucţia):
“La Sociedad Sovromconstrucciones 6 (Sovromconstrucţii 6) estaba especializada en la construcción de carreteras. Su base había sido la Deutsche Rumanisches Bau, una sociedad alemano-rumana de construcción de carreteras durante la guerra. Confiscada por los soviéticos tras el armisticio, junto con otras pequeñas empresas de construcción de carreteras de Rumanía, que pasaron a ser propiedad del Estado en el 48 y que habían sido privadas, se creó una gran empresa de carreteras, la Sovromconstrucción número 6 (Sovromconstrucţia 6). Y desde febrero y marzo de 1949 hasta comienzos de abril participamos en unos cursos, 6-7 horas al día, en los que nos iniciaban en la construcción de carreteras. Había todo tipo de gente con expedientes “al borde de la ley”, en mi situación, con el expediente incierto. Después me enviaron a la carretera Urziceni-Slobozia, en la aldea de Andrăşeşti.”
El joven historiador, que no podía hacer su trabajo por los criterios políticos de la época, tuvo que reorientarse a otro ámbito y a una posición inferior a su preparación. La vida en el campo y el ámbito de los trabajadores eran nuevos para él:
“Recuerdo que era la carretera principal y los caminos de la aldea eran perpendiculares a la carretera principal. Alquilé una habitación de un campesino en un camino con álamos. Hacía buen tiempo, había comenzado la primavera, sus casas estaban todavía en bastante buen estado. Pero tenía que caminar unos 10 minutos de la carretera a la casa del campesino. Y la aventura comenzaba por la tarde, cuando me ladraban todos los perros y tenía miedo, porque no sabía si salían o no de los patios. Los capataces tenían dos cabañas de madera donde tenían sus despachos. Pasaba por lo menos la mitad del día o más en la obra, a lo largo de 10 kilómetros, para ver qué hacía la gente. Hablaba con los jefes de equipo, verificaba. Recuerdo un jefe carpintero, Dumitrescu Constantin, una persona tranquila de aproximadamente 40 años. Le dije que no sabía nada de lo que hacían ellos y le pedí que me enseñara. Construían barracas, hacían encofrados. Y me enseñó el trabajo en construcciones. En unas sesiones empecé a aprender todos los elementos de una construcción de madera. Cada vez que hacían algo nuevo, iba a él.”
La Sovromconstrucción (Sovromconstrucţia), al igual que la Sovromcarbón (Sovromcărbune), era una empresa en la que incluso las personas indeseables podían trabajar, a diferencia de otras empresas Sovrom, como Sovrombanc, Sovromcine (Sovromfilm) o Sovromseguro (Sovromasigurare), en las que la carrera se decidía según los criterios políticos. Sin embargo, Giurescu recordó que lo recibió bien la gente más humilde de la Sovromconstrucción (Sovromconstrucţia):
“Era de otra categoría social. En general la gente me recibió bien. No estoy hablando de los funcionarios, porque su mundo era toda una jungla. Es decir que ahí estaban todos aquellos que habían fracasado social y políticamente. Había ex oficiales, abogados, magistrados, contables. Recuerdo que Dumitrescu había sido oficial en la Guardia Real. Tenía dos temores: el de no provocar un escándalo en la obra, porque algunos se consideraban afectados por la injusticia y la policía política (Securitate) estaba en Urziceni y sabía lo que iba a pasar. El segundo era el de que no me descubrieran con alguna operación imprevista, y se podía decir que la había añadido para que la gente saliera bien. No vi consejeros soviéticos, creo que vi una sola vez al director de Sovromconstrucciones 6 (Sovromconstrucţii 6), Habanov, que vestía según la moda soviética. Todos los demás eran ingenieros, profesionales.”
La Sovromconsrucción (Sovromconstrucţia) dejó de existir, al igual que las empresas hermanas, entre 1956 y 1959, como muestra de la apertura de la dirección soviética. A pesar de ello, las animosidades entre Rumanía y la URSS sobre el patrimonio de las empresas Sovrom continuaron hasta los años 80.