Tag: comunismo

  • El pan en el comunismo

    El pan en el comunismo

    Uno de los símbolos más fuertes de la retórica comunista fue el pan. El régimen comunista asumió la ambición de ser el defensor de aquellos que sufrían de hambre, es decir de los explotados, y proclamaba su sabiduría de asegurar a todos la necesidad de comer. A pesar de ello, racionar los alimentos en la década de 1980 y, de manera no oficial, el pan, mostraba de hecho la crisis de la visión política de la ideología más humanista de todos los tiempos. Uno de los lemas favoritos del régimen era : “¡Ni trabajo sin pan, ni pan sin trabajo!”


    Maxim Berghianu fue presidente del Comité Estatal de la Panificación y tuvo también cargos en el gobierno. Entrevistado en 2002 por el Centro de Historia Oral, Berghianu recordó como tuvo Nicolae Ceauşescu la iniciativa de reducir el consumo de pan a mediados de los años 70.



    “Nunca le escuché contar algo que le había impresionado y que dijera que también lo aplicaríamos nosotros, algo bueno. Siempre veía lo más estúpido, lo más nimio. Por ejemplo, la última vez que estuve allí, venían de una visita a Francia. Ya no sé quién era presidente, Pompidou o Mitterand, creo que Mitterand. ¿Qué cree que había notado él? Que en la recepción sólo se daba un panecillo, de aquellos pequeños, y no como dábamos nosotros, dos panecillos grandes o tres, que se daba muy poca comida. Había una ensalada, un asado pequeño, no como hacemos nosotros en Rumanía. Y así llegó a la conclusión de que nosotros gastábamos y que comíamos demasiado pan, que los campesinos daban el pan a los pájaros y a los cerdos. Después tuvo la idea de reducir en un 20% el consumo de pan. Esto fue en vísperas de Año Nuevo.”


    Aunque a Berghianu no le pareció una buena idea y aunque no fue apoyado por aquellos que participaban en la reunión, intentó convencer a Ceauşescu para que renunciara a esa idea.



    “Estaba en la industria alimentaria cuando pasó esto, ya no estaba en el Comité ejecutivo, ya no era ministro. Era ministro secretario de Estado, me habían rebajado tras el suministro porque se había dicho que había hecho una piscina y había gastado el dinero. No me pidió datos estadísticos para ver cómo evolucionaba el consumo de pan. Llamó a Angelo Miculescu, quien era vice primer ministro y ministro de Desarrollo, a Ilie Verdeţ, quien sustituía a Maurer como primer ministro y a Ana Mureşan de Comercio y les dijo: “A partir de mañana reducimos en un 20% el consumo de pan. ¡Hagan un proyecto de decreto, tráiganlo para que lo firme!” Ninguno dijo nada. Y yo dije: “Camarada Ceauşescu, quisiera plantear algunos problemas: el consumo de pan se ha reducido de un año para otro, incluso tenemos una gráfica, se ha reducido en aproximadamente un 8-10% frente a no sé qué año. Pero ha aumentado la producción y el consumo de especialidades: panecillos y cruasanes. Pero, en total, está a la baja.” “¡No es cierto!” reaccionó él, “¡Se reducirá el consumo de pan!” “Camarada Ceauşescu”, insistí, “hay algo más: el pan es el único producto para el que no hay colas.” Se enfadó aún más. “¡No hay colas! ¡Nos gusta decir que tenemos 3.000 calorías por habitante, de las que 1.500 proceden del pan! ¡Que no toquemos el pan!” Si me apoyaban uno o dos, cedía. Pero así, dijeron: “¡Míralo, maldición, solo eso es inteligente! Todos estos están de acuerdo.”



    La población recibió la medida con hostilidad. He aquí lo que afirmó Maxim Berghianu:



    “No pasaron dos semanas y hubo huelgas en Galaţi, la gente se iba de la fábrica para comprar pan, cuando salían del trabajo, ya no encontraban pan. En Ploieşti en los vagones aparecieron las lemas: “¡Queremos pan! ¡No trabajamos sin pan!” Hubo grandes movimientos. El 16 de enero nos llamó Ceauşescu. Ya no nos llamó a todos, sólo a mí y a Angelo, y nos dio la orden: “¡Den todo el pan que se pida! ¡Hagan un proyecto, vamos a sacar de la reserva estatal el trigo y vamos a dar el pan que se pida.” Nos fuimos de allí y fuimos a Verdeţ, abajo, dónde también llamó a Ana Mureşan. Y le digo a Miculescu, con quien también estaba en el primer grupo: “Señor, ¿no dije que no nos complicáramos la vida? ¿Por qué tuvimos que reducir el consumo de pan?” Por supuesto que una semana después me sustituyeron de la industria alimentaria. Pero no creo que fuera solamente esto. Porque él había empezado a estropear los productos: a reducir el alcohol de las bebidas, el azúcar de los productos, las conservas, el aceite, todo aquello hacía que se estropearan los productos, porque también tenían el papel de conservarlos. No quise apoyar algo así y lo dije. Y una semana después pasó también lo del pan. Me sustituyó de la industria alimentaria y me envió al Ministerio de Trabajo, para que allí no tuviera nada que ver con la economía. ¡Así fue! Quiero decir que Ceauşescu tomaba sólo lo malo. Después vino de Corea con la idea de construir fábricas de comida. ¡Porque lo había visto en Corea!”



    Además de ser un alimento banal, el pan ha quedado para la gente normal, hasta el final del régimen, como un símbolo de la libertad, de las reivindicaciones que significaban, al fin y al cabo, el derecho de cada uno de vivir como quería.





  • La Facultad Obrera

    La Facultad Obrera

    El Partido Comunista tomó el poder en Rumanía el 6 de marzo de 1945, con el apoyo soviético, e inició inmediatamente la transformación de la sociedad según el modelo soviético. La reforma de la enseñanza de 1948 facilitó la aparición de una rara institución de enseñanza: la Facultad Obrera. La ideología comunista había considerado la universidad una forma de manifestación de la explotación capitalista. Como el obrero se había convertido en emblema del régimen comunista y todo se miraba desde su punto de vista, la universidad tenía por objetivo hacer de la persona educada según el espíritu obrero un nuevo tipo de persona. La Facultad Obrera tenía que formar nuevas personas, que sustituyeran a las antiguas. Después, tenía que asegurar el control. Mediante esta facultad, el régimen podía controlar a las masas de jóvenes estudiantes.


    Andrei Banc fue periodista de radio y televisión y estudiante a mediados de los años 1950, cuando la facultad obrera alcanzó su auge. En una entrevista concedida en 2002 al Centro de Historia Oral de la Radiodifusión Rumana, Banc presentó brevemente la manera en la que ingresaban los estudiantes en la Facultad Obrera:



    “Cuando ingresé en la facultad, en 1955, el régimen comunista apenas funcionaba desde hacía 10 años, o 9 años, si contamos que las elecciones de 1946 representaron su inicio. En 9 años tuvo que crear todo un aparato público. De esta manera, muchísimos obreros, es decir gente con buen expediente, de ¨origen sano¨, consiguieron obtener cargos directivos, otras veces cargos de ejecución, pero eran personas que ni siquiera habían terminado el instituto. Terminaron rápidamente el instituto e hicieron dos años de la llamada “facultad obrera”. Esta facultad de dos años sustituía al instituto, porque eran personas de escuela primaria. Es decir que en dos años terminaron el instituto, lo que no era tan grave como podría parecer hoy, porque mi generación también terminó el instituto en dos años, según el modelo ruso. Más de un tercio de mis compañeros eran de la Obrera, gente mucho mayor que nosotros. Eran todos miembros del partido, es decir que encuadraban de alguna manera, políticamente, a esta masa de niños. Los demás estudiantes eran todos niños, de 16-17 años.”



    Los estudiantes de la Facultad Obrera eran personas maduras, que se habían adherido a la ideología del régimen y estaban decididos a apoyarlo. Tenían también que guiar a los jóvenes, que se estaban formando educativa e intelectualmente. He aquí la declaración de Andrei Banc:



    “Tenemos que pensar que los estudiantes que terminan hoy el instituto tienen 19-20 años y la mayoría de mis compañeras estaban casadas con esta edad. Algunas también tenían hijos, porque se casaban con personas de Bucarest, para asegurar su colocación. Algunos de estos compañeros de la Facultad Obrera tenían casi el doble de nuestra edad. Ahora, cuando tengo más de 60 años y ellos tienen 70 y pico o casi 80 ya no importa la diferencia. Pero cuando tenía 16 años y ellos 32, contaba, era el doble de mi edad. El doble significa mucho, es como si una persona de 40 años mirara a una de 80. Estaban casados, tenían hijos, la mayoría tenían trabajo además de ir a la facultad, es decir que tenían ciertas responsabilidades, no se podían permitir las locuras que podían hacer mis compañeros en 1956. La presión venía no sólo de ser miembros del partido, no sólo de proceder del ámbito obrero, sino también del hecho de que volverse locos significaba perder su trabajo, perdían la calidad de estudiantes y tenían que mantener su familia, todos tenían familia. No era muy fácil.”



    En todas las organizaciones estudiantiles, los estudiantes de la Facultad Obrera tenían cargos directivos. He aquí la declaración de Andrei Banc:



    “Ellos formaban un destacamento en nuestras facultades, en Filosofía y Derecho. Los secretarios del partido de cada año de carrera procedían de la Obrera. Nuestro secretario del partido era una persona admirable. No hay que pensar que eran necesariamente personas muy cerradas. Era una persona que tenía exactamente el doble de mi edad y era periodista del “Munca” (“El trabajo”). La oficina de la Unión de la Juventud Obrera estaba formada por estudiantes elegidos de manera absolutamente democrática y el secretario del partido era prácticamente nombrado, y era una persona mayor de la Obrera. Había también una tercera categoría, de aquellos que habían ingresado a la Facultad Obrera, pero tenían ya cargos demasiado importantes para poder asistir a las clases y sólo venían a los exámenes. Uno de ellos era Dumitru Aninoiu. Estudié para casi todas las temporadas de exámenes con Aninoiu y otros. No tenían apuntes, no sabían nada. Formábamos un grupo de 10-12 personas, nosotros, que eramos más jóvenes y mejores estudiantes, con algunos de la Obrera, que aprendían más lento, y con Aninoiu, y así nos preparábamos para los exámenes. Aninoiu, sin tener estudios, era director en la Dirección de la Prensa. Hoy las cosas parecen más complicadas. Es decir que había un grupo de jóvenes y un grupo muy serio, un destacamento de la clase obrera entre nosotros.”



    La Facultad Obrera fue un parásito en el cuerpo del sistema universitario rumano que el régimen comunista necesitó hasta crear su propia gente. A partir de la década de 1960, representó la base en la que se creó la enseñanza ideológica superior del partido.





  • El samizdat en Rumanía

    El samizdat en Rumanía


    En el comunismo, la censura controlaba todas las impresiones. El samizdat, como manera subversiva de comunicación, se creó para poner en circulación ideas y actitudes que criticaban al régimen y proponían reformas políticas y económicas. Su particularidad, como lo muestra también el origen de la palabra en ruso, fue que lo publicaba el autor y no una editorial. Un clásico del samizdat fue el escritor y médico soviético Vladimir Bukovski, y también el dramaturgo checo Vaclav Havel. El samizdat se escribía a máquina o se imprimía con medios rudimentarios.



    En Rumanía, el samizdat circuló menos a causa de la dureza del régimen de Ceauşescu. Para combatir la producción del samizdat, la milicia obligaba a las personas que tenían máquinas de escribir, alrededor de 1980, a registrar sus objetos y a presentar cada año una muestra. A pesar del rigor, algunos eligieron emplear el samizdat como llamamiento a la asociación para defender los derechos humanos. Una de las asociaciones subversivas fue la Unión de los Húngaros de Ardeal creada por el profesor de filosofía Borbely Erno. Entrevistado en el año 2002 por el Centro de Historia Oral de la Radiodifusión Rumana, Borbely contó cómo nació la idea de crear la organización y cómo consiguió obtener los primeros textos samizdat:



    “Conseguí crear la organización subversiva tras varios debates con algunos compañeros y amigos, con varios intelectuales de Rumanía, y mediante los estudios, la lectura y la difusión de algunos samizdats procedentes del extranjero. Un día pensamos en hacer algo. El sentimiento de incapacidad era penoso, de imposibilidad de hacer algo. Y entonces pensé crear una organización. Los samizdats procedían sobre todo de Hungría, y también de Austria y Francia. La inmigración rumana en Francia era muy fuerte y había samizdats que atacaban al régimen comunista, e intentaban mostrar de manera objetiva, los inconvenientes del régimen comunista y de la dictadura en Rumanía. En Hungría existía un movimiento de este tipo desde principios de los años 70. Sin embargo, allí había un poco más libertad. Aunque los opositores eran siempre perseguidos, tenían muchas más posibilidades. Es decir que el régimen no era tan duro y salían muchísimos samizdats, la mayoría escritos por profesores universitarios de filosofía y sociología.”



    En los años del comunismo, cualquier persona que se asociaba sin aprobación oficial era sospechosa de intervenciones subversivas y enviada a la cárcel. Borbely Erno se dio cuenta de la lucha desigual contra el Estado y decidió que la organización tuviera un número reducido de miembros:



    “No quisimos tener muchos miembros en nuestra organización, como se suele tener en los sistemas políticos, con los miembros del partido o los miembros de la asociación. Era un círculo más reducido, el núcleo estaba formado por tres personas que tenían muchísimos contactos. Iniciamos varios debates, incluso con los disidentes que ya eran alguien en aquella época, como Kiraly Karoly. Iniciamos varios debates justamente para aumentar en algún momento el núcleo. Pero queríamos que la base de la organización estuviera formada por tres personas. Éramos yo, Biro Katalin y Buzasz Laszlo. Sabíamos muy bien que nos podrían atrapar en cualquier momento. La “securitate” (policía política rumana) era ágil, escuchaba por todas partes y tenía muchos colaboradores en todo el país, y entre toda la población.”



    ¿Qué objetivo tenía la organización? He aquí la declaración de Bornely Erno:



    “Queríamos difundir varios materiales, incluso materiales procedentes de estos samizdats escritos por especialistas en varios ámbitos, elaborar nuestros samizdats y hacer cierta propaganda. Por supuesto que la propaganda no se podía hacer de manera directa, aunque quisiéramos difundir manifiestos y pequeñas revistas en varias localidades. Pensamos en una manera de difundirlos, pero queríamos que todo llegara a varias publicaciones de occidente, sobre todo a emisoras de radio como Deutsche Welle, Europa Libre y la Voz de América, mediante las cuales los textos volvían a casa. De esta manera, habríamos intentado hacer cierta propaganda, llamar la atención. Si no nos hubieran descubierto, entonces habríamos implicado a más gente. Con unos amigos de occidente habríamos podido declarar públicamente, ante una gran presencia de la prensa, que nosotros nos declarábamos asociación oficial. Podrían liquidar fácilmente a dos o tres personas, pero con 50-100 personas era más difícil.”



    El samizdat era más que un manifiesto, era el diagnóstico de un régimen enfermo en estado terminal, como era el comunismo. Hemos preguntado a Borbely Erno qué contenían los textos de los samizdats que escribió:



    “Algunos de los temas se relacionaban, antes que nada, con la libertad: la libertad de la prensa, la libertad de la palabra, la libertad de circulación. Queríamos difundir un estudio publicado en Francia, justamente sobre los documentos de Helsinki, firmados por el mismo Ceauşescu, que no se habían publicado o aplicado. Queríamos difundir por separado, en un papelito, los derechos humanos. Otros temas eran la vida social y las posibilidades de la juventud, nosotros lo enfocábamos todo. Aunque fuéramos una asociación húngara, éramos conscientes de que, al fin y al cabo, los grandes sufrimientos eran los mismos para toda la población del país y el problema de la minoría húngara no se podía solucionar sin solucionar los problemas fundamentales.”



    El samizdat en Rumanía fue un intento de movilizar a la población para formar una resistencia civil ante los abusos del régimen. Aunque no tuviera la difusión de la que gozó en la Unión Soviética, Checoslovaquia y Polonia, el samizdat en Rumanía tuvo eco entre las personas decididas a cambiar algo.



  • La frontera de acero de Rumanía

    La frontera de acero de Rumanía


    En los años 80 del siglo pasado, en la frontera occidental de Rumanía se produjeron verdaderas tragedias cuya historia todavía casi desconocemos. Ciudadanos rumanos que trataron de cruzar ilegalmente la frontera que les separaba del mundo libre fueron fusilados, maltratados o estuvieron encarcelados. Otros se salvaron y llegaron a la Europa libre donde contaron sus historias y las de otros rumanos que quisieron librarse del infierno comunista.



    Solo las experiencias de aquellos que trataron de cruzar la frontera nadando por el Danubio son inolvidables. Conforme con el libro firmado por Doina Magheti y Johann Steiner, “Las tumbas no hablan”, alrededor de 16.000 personas trataron de cruzar ilegalmente la frontera occidental de Rumanía y de éstas, 12.000 fueron capturadas. Los que resultaban presos pero con vida eran condenados a seis meses de cárcel. La cifra exacta de los muertos sigue siendo desconocida. Hoy por hoy, existen cementerios con tumbas desconocidas en ambas orilllas del Danubio; tumbas de personas que fueron matadas porque querían llevar una vida mejor.


    Dan Danila nació en la ciudad rumana de Sibiu y en 1986 trató de traspasar la frontera junto con un amigo cruzando el Danubio en un barco neumático. Durante nuestra conversación recordó los preparativos psicológicos que precedieron a la fuga.



    “Desde el punto de vista mental, psicológico, los preparativos del cruce nos llevaron años. Hubo una batalla compleja entre el temor, la desesperación y el valor, y finalmente, el valor nos vino de la desesperación que ambos sentíamos. No fue un acto espontáneo. Ambos éramos jóvenes, recién graduados en una facultad, pero inconcientes. Estudiamos el mapa de Rumanía, aprendimos a orientarnos con ayuda de la brújula, adquirimos trajes de camuflaje que imitaban los colores de la naturaleza. Desde el balneario de Herculane en vez de dirigirnos hacia el Danubio, como hacían los que querían cruzar el río, nos adelantamos en sentido contrario para no despertar sospecha alguna. Penetramos en un bosque y nos orientamos con ayuda del mapa y de la brújula y al cabo de cuatro días llegamos a orillas del Danubio. Aquella noche, lanzamos el barco y empezamos a remar con desesperación. Pero el temor nos impedía coordinar los movimientos y por ello minutos enteros dimos vueltas casi sin movernos del lugar.”




    Los que intentaban cruzar la frontera probaban suerte, especialmente en el verano, en la lucha con el Danubio y los guardafronteras. Estos últimos se valían de todos los métodos para impedirlo. Les disparaban tiros en la cabeza o les atropellaban con las motolanchas. Los que caían presos eran golpeados hasta desmayarse o morir. Los guardafronteras utilizaban también perros adiestrados. Muchos fueron enterrados en la franja verde del Danubio, pero hubo también casos en que los cadáveres de los fusilados yacieron días enteros en el campo para servir de ejemplo. Más de una vez, las autoridades yugoslavas reclamaban ante las rumanas, que las estaciones impulsoras de la central hidroeléctrica Puertas de Hierro se bloqueaban a causa de los cadáveres de las personas fusiladas o ahogadas en las aguas del Danubio. Por su parte, Dan Danila y su amigo optaron por una temporada menos propicia a la fuga.



    “Cruzamos el Danubio en la primavera. Queríamos sorprender a los guardafronteras. En verano, cuando hacía calor, a los guardafronteras les resultaba más fácil vigilarla, pero cuando hacía frío, muchos de ellos buscaban algún cobijo para calentarse.”



    Pero los fugitivos corrían peligro hasta el último momento porque no tenían garantía alguna de que una vez llegados a la otra orilla los guardafronteras no les capturarían y devolverían a la parte rumana. Fue lo ocurrió en realidad con los dos protagonistas. Dan Danila recuerda.



    “Logramos cruzar la frontera natural y varios meses, yo y mi amigo nos quedamos en el campamento de Belgrado. Logró convencerme de que saliéramos rumbo a Austria, pero cuando intentamos cruzar la frontera entre Yugoslavia y Austria, en los Alpes eslovenios nos capturaron los guardafronteras yugoslavos y nos devolvieron a Rumanía. Estábamos al tanto de que Ceausescu había concedido amnistía por todos los delitos penales y pensábamos que si resultábamos presos no nos encarcelarían, contentándose con darnos una buena paliza.”



    Si permanecemos dentro del marco jurídico, cualquier tentativa de traspaso ilegal de la frontera representa un delito. Pero cuando la ley representa el instrumento de un régimen totalitario y represivo cuya razón de ser es la propia violación de las leyes, entonces los que tratan de salvarse no tienen culpa alguna. Los rumanos que trataron de cruzar la frontera durante el comunismo estuvieron solos en la lucha contra un régimen criminal y el caso de Dan Danila y de su amigo mostró cómo trataba el régimen comunista a sus ciudadanos.

  • En la Revolución hemos ganado nuestra libertad

    En la Revolución hemos ganado nuestra libertad


    Durante la época del régimen comunista, que duró más de 40 años, Rumanía era un país donde casi no se podía vivir. El control obsesivo ejercido sobre la población, sobre todo por la temida Securitate, el frío, el hambre, la violación de los derechos humanos fundamentales como la libertad de expresión e incluso el derecho de vivir en el caso de los opositores políticos, representaban la obra de un régimen cruel. Sobre aquella época, que duró hasta diciembre de 1989, cuando el régimen fue derribado, ha hablado en una entrevista para Radio Rumanía, el exdisidente Radu Filipescu:




    ”El comunismo era una sociedad del fracaso. Por lo tanto, no puedes tener un discurso positivo sobre aquella época, salvo la experiencia personal. Es bueno que ya no tenemos el comunismo, es bueno que ya no tenemos a Ceauşescu, aunque nos queda mucho por hacer.





    26 años después de lo que en el lenguaje habitual se conoce como la Revolución, la sociedad está muy lejos de lo que habían imaginado los rumanos en los primeros días después de la caída del comunismo. Y esto, a pesar de la vocación europea recuperada por Rumanía. Miembros de la OTAN desde 2004, y de la UE, desde 2007, los rumanos tienen ahora ventajas que solo podían soñar durante el comunismo. En Radio Rumanía, Petre Roman, por primera vez primer ministro de la Rumanía postcomunista, declaraba lo siguiente:




    Nuestra victoria, con el triunfo de la Revolución, ha sido la libertad. Cuando la tienes, no sabes valorarla. La gente de hoy la considera una realidad habitual y normal”.




    Sin embargo, hay gente decepcionada. Una gran decepción de estos 26 años es el reciente cierre del Expediente de la Revolución. Su apertura había sido considerada una acción normal de identificar los culpables y la verdad histórica y una oprtunidad de reconciliación con el pasado, ya que más de 1000 rumanos murieron en diciembre de ’89. Pero no se ha hecho justicia. La esposa de uno de los mártires, fallecido en Sibiu (centro), ha declarado para Radio Rumanía lo siguiente:




    Para nosotros entonces fue una tragedia y lo sigue siendo. Ahora después de 26 años, lo que más queremos es decirlo a todos y queremos que los líderes, los políticos, el gobierno, todos, nos hagan caso. No es posible que el Expediente de la Revolución sea cerrado. En Sibiu no hay culpables, pero sí que hay 99 muertos”.




    El cierre del Expediente de la Revolución es el resultado de una sociedad que, en opinión de muchos rumanos, no ha tenido una evolución justa después de ’89, pero que en cambio ofrece un cierto sentido de libertad.



    (versión española s. sarbescu).



  • Panait Istrati, la persona sin adhesión

    Panait Istrati, la persona sin adhesión




    Nacido en 1884 en Brăila, Panait Istrati fue uno de los escritores
    rumanos más complejos. Es considerado en igual medida escritor francés. Su obra
    está marcada por un fuerte mensaje social y destaca el mundo de los proletarios
    y de las personas desfavorecidas. Istrati se adherió al comunismo cuando era
    joven, pero fue uno de los primeros en abandonarlo después de las visitas a la
    Unión Soviética. El profesor Ioan Stanomir nos ha
    contado la filiación intelectual y política de Panait Istrati:



    Panait Istrati se acercó al comunismo
    por un camino conocido a muchos intelectuales europeos: el camino de la
    insatisfacción y de la rebelión social. No hay que olvidar que Panait Istrati
    es, ante todo, un socialista, es un cercano a Cristian Racovski, que es un
    testigo de las incipientes huelgas de Rumanía desarrolladas a principios del
    siglo XX y procede de un ámbito difícil y afectado por una mala situación
    familiar. Todo esto preparó a Panait Istrati. Hay algo más que se tiene que
    tener en cuenta: su socialización en los ámbitos franceses, siendo un verdadero
    Máximo Gorki de los Balcanes, percibido como una voz de los oprimidos. La
    comparación con Gorki no es una casualidad, porque Panait Istrati y Máximo
    Gorki tienen destinos aparentemente divergentes, pero fundamentalmente
    semejantes. Istrati es comunista, renuncia, e inicia el camino de la lucidez,
    Gorki es amigo de los bolcheviques, los apoya, es amigo de Lenin, se exilia en
    la primera fase del poder bolchevique, vuelve y se ve anexionado por Stalin.
    Istrati y Gorki tienen algo en común: la fama europea y un compromiso
    ideológico, la idea del escritor con una misión otorgada por las personas de
    dónde procede.

    En 1927, Istrati visitó Moscú y Kiev. En 1929, iba a viajar nuevamente
    a la Rusia soviética y entonces se dio cuenta de algo: de que el régimen
    comunista estaba lejos de lo que promovía teóricamente. Escribió
    Vers l’autre flamme. Confession pour vaincus, un texto en el que denunció los
    abusos del régimen comunista, y que fue un verdadero impacto. La publicación
    del libro le iba a traer el aislamiento y la acusación de ser fascista.
    Nuevamente ante el micrófono Ioan Stanomir:



    Cabe decir que un viaje a la Unión
    Soviética no es necesariamente una oportunidad para despertar, sino que es, tal
    vez, una oportunidad para aumentar la ceguera. La excepción confirma la regla,
    porque existen pocos viajeros que, una vez llegados a la Unión Soviética,
    tienen el poder de ver más allá del velo que ellos mismos se han puesto
    delante. No olvidemos a Beatrice y Sidney Webb que visitaron la Unión Soviética
    y volvieron con textos ditirámbicos y delirantes sobre la Unión Soviética. No
    olvidemos que Herbert George Wells visitó la Unión Soviética y la visita parece
    no haber tenido ningún impacto en su visión sobre el mundo y la vida. Respecto
    al despertar, es necesario mencionar dos nombres: Panait Istrati y André
    Gide. Ambos llegaron a la Unión Soviética y ambos escribieron libros que los
    pusieron en situaciones muy delicadas ante sus compañeros de lucha. No hay que
    olvidar que la principal acusación contra Istrati, cuando publicó Hacia otra
    llama, fue la de traicionar la causa del antifascismo y la causa de la
    democracia denigrando a la Unión Soviética. La URSS era el principal baluarte
    de la lucha antifascista y democrática en la época, desde la perspectiva del
    imaginario comunista.


    Pero Panait Istrati se levantó contra los crímenes estalinistas, pero
    no contra la ideología comunista. Admirador de Trotsky, escribió que no iba a
    adherirse más a la revolución hasta que no se hiciera con el alma pura, de
    niño.Ioan Stanomir opina que Istrati se despertó de hecho del
    leninismo:



    Trotsky fue un profeta armado, armado
    contra su pueblo. El Ejército Rojo, que Trotsky creó, fue en primer lugar, un
    instrumento de opresión contra el pueblo ruso. El Ejército Rojo destrozó al
    campesinado en la guerra civil. Trotsky era la alternativa antiburocrática y
    antitotalitaria desde la perspectiva de la izquierda radical. Istrati se
    despertó del leninismo, es decir que notó que había una discrepancia
    fundamental entre lo que los de izquierda, en general, consideraban leninismo,
    y lo que los de izquierda antiestalinistas consideraban estalinismo. Istrati
    nunca renegó sus convicciones de extrema derecha, pero dio un paso atrás y notó
    que, en la Rusia de Stalin, se tendía a violar los principios que el leninismo
    proponía. Panait Istrati, al igual que otros intelectuales, fue víctima de una
    terrible ilusión: la de que el leninismo era distinto al estalinismo y la de
    que el leninismo no era totalitarismo.


    ¿Cómo usó el régimen comunista de Rumanía a Panait Istrati? Nuevamente
    ante el micrófono Ioan Stanomir:



    Panait Istrati fue recuperado sobre
    todo después de los años 1960. Nada sorprendente, el momento corresponde al
    fortalecimiento de la cooperación rumano-francesa. Existe una película
    rumano-francesa titulada Codin, basada en el texto de Istrati, y otra
    titulada Ciulinii Bărăganului (Los cardos del Bărăgan). Seguramente, Panait
    Istrati representó una ventaja para el régimen comunista cuando se reanudaron
    las relaciones con Francia. Panait Istrati es, espiritualmente, un hijo de
    Francia, es un Gorki balcánico promovido por los franceses, por los ámbitos
    literarios de extrema izquierda, y los comunistas franceses vinieron a Rumanía
    para rodar y crear una cinematografía rumana democrática-popular. Iba a seguir
    una serie de traducciones, porque parte de los textos de Istrati eran en
    francés. En la colección Biblioteca pentru toţi (La biblioteca para todos),
    en la que existen tablas biobibliográficas, se nota la atención con la que se
    colocó el episodio de la apostasía de Istrati, mencionándose que fue un error
    de recorrido grave, pero que se tenía que contrarrestar y salvar a través de
    los servicios que Panait Istrati había ofrecido al movimiento obrero.

    Panait Istrati fue, según confirmó finalmente la historia, un vencido.
    Un vencido que, al igual que otros, buscó la felicidad para los oprimidos, pero
    que no hizo más que contribuir a la infelicidad mucho más profunda.





  • Corneliu Coposu e il dovere della libertà

    Corneliu Coposu e il dovere della libertà

    Corneliu Coposu è stato un esponente politico di spicco del nostro Paese, una persona che ha voluto mantenere il legame con la Romania democratica anche dopo l’insediamento del regime comunista. Ha contribuito in maniera fondamentale alla rinascita dello spirito democratico nel Paese dopo il 1989. La società romena gli deve moltissimo per il modello offerto, per la sua fede nel dovere di lottare per la libertà, la giustizia e l’onore, per l’onestà e la devozione con cui ha seguito i suoi compagni di sofferenza nel Gulag romeno. Fu soprannominato Il Gentiluomo”.



    Nato il 20 maggio 1914 nella provincia di Salaj, nel nord-ovest della Romania, nella famiglia di un prete greco-cattolico, Corneliu Coposu ha studiato legge, addottorandosi in scienze giuridiche presso l’Università di Cluj. Fu uno stretto collaboratore e segretario personale del presidente del Partito Nazionale dei Contadini Cristiano Democratico, Iuliu Maniu. Il 14 luglio 1947, Coposu venne arrestato, assieme all’intera direzione del Partito, in seguito ad una messinscena del governo comunista. Fu condannato ai lavori forzati a vita e rilasciato nel 1964, dopo 17 anni di prigione, di cui 9 anni in completo isolamento nel carcere di Ramnicu Sărat.



    Corneliu Coposu è sopravvissuto al calvario del regime di sterminio cui il regime comunista ha sottoposto la democrazia romena dopo il 1945. La giornalista Lucia Hossu-Longin gli chiese nel 1993 se sceglierebbe una vita diversa se potesse tornare nel tempo. La risposta fu negativa.



    No. Mi sono fatto un esame di coscienza, ho passato in rassegna tutte le sofferenze e le miserie subite in carcere, negli anni di reclusione, soprattutto le persecuzioni negli anni dopo la liberazione e penso che non avrei altra scelta. Opterei ad occhi chiusi per lo stesso destino. Forse i nostri destini sono stati scritti molto prima. Io non sono fatalista, ma penso che se mi si presentassero alternative, sceglierei lo stesso passato che ho vissuto e lo ripeterei serenamente”, ha risposto Corneliu Coposu.



    L’incontro con persone di questo tipo è un privilegio. L’esperienza esistenzialista massima per Corneliu Coposu fu quella nel carcere di Ramnicu Sărat.



    Il carcere di Râmnicu Sărat aveva 34 celle di cui 16 disposte a pianterreno e al piano di sopra, separato da una rete di filo ferrato. Aveva altre 2 celle laterali e 4 per la punizione nel seminterrato. Ogni cella aveva le dimensioni di 3 metri per 2. Erano disposte a forma di favo, una accanto all’altra, all’altezza di 3 metri c’era un finestrino inaccesibile, di 45 per 30 centimetri, coperto all’esterno, che non lasciava passare la luce. C’era una lampadina da 15 watt permanentemente accesa, che creava dentro una luce funebre. Non c’era riscaldamento, il carcere era stato costruito all’inizio del secolo, con delle mura molto grosse. Era circondato da due file di mura alte 5-6 metri, separate da un corridoio di controllo. Sul secondo muro stavano i soldati armati che facevano da guardie”, ricordava il grande politico.



    Il regime totalitario si rapportava alle persone non come esseri umani con nome e cognome, ma come numeri. Nel 1993, Corneliu Coposu ricordava com’era stata la vita sua e degli altri in carcere.



    Ciascun detenuto aveva un numero, quello della cella in cui era rinchiuso. I nostri nomi erano sconosciuti. Erano escluse le conversazioni, dato che ognuno era solo nella cella e per molto tempo la comunicazione avvenne tramite segnali Morse, oppure colpi nei muri, fino a quando il sistema fu scoperto e ci punirono severamente. Dopo di che, comunicavamo tramite una tosse di tipo Morse, molto faticosa, soprattutto a causa dello stato di debolezza di noi tutti. Io ero rinchiuso nella cellula n.1 e sopra di me al numero 32, c’era Ion Mihalache che inizialmente poteva essere contattato tramite segnali Morse, ma dopo 4-5 anni, quando aveva perso l’udito, non reagiva più ai colpi nel muro”, ricordava ancora il politico.



    Nel 2014, l’intera Europa commemora il centenario della prima guerra mondiale. La Romania ha commemorato anche il centenario Corneliu Coposu, un uomo senza il quale le sarebbe stato ancora più difficile ritrovare se stessa. (traduzione di Gabriela Petre)

  • Architetti romeni nelle prigioni comuniste

    Architetti romeni nelle prigioni comuniste

    E’ di notorietà il fatto che nei primi due decenni dall’insediamento, il regime comunista si è posto come principale obiettivo la distruzione delle élite buttandole in carceri, eliminandole direttamente o screditandole. Intellettuali, scrittori, artisti di Romania hanno patito questo tragico destino. Tra loro anche alcuni architetti celebri, professionisti brillanti, che avevano arricchito le città del Paese di palazzi famosi a tutt’oggi, che hanno rinnovato l’architettura romena nel periodo compreso tra le due guerre.



    Nella sua tesi di dottorato, l’architetto Vlad Mitric-Ciupe ha identificato 100 architetti incarcerati dal regime comunista. Alcuni erano architetti famosi, come George Matei Cantacuzino, Stefan Bals, Constantin Iotzu, Constantin Joja e I.D. Enescu. Altri erano meno conosciuti, mentre molti studiavano ancora quando sono stati buttati in carcere. Vlad Mitric-Ciupe ce li presenta.



    “Tra i casi individuati e documentati, il 70% erano architetti laureati, però sono stati anche numerosi casi di studenti-architetti arrestati e condannati, e che hanno compiuto gli studi molti anni dopo la liberazione. Ci sono anche casi di studenti liceali che, per diversi motivi, sono stati imprigionati politicamente e, più tardi, quando hanno avuto il diritto di continuare gli studi, hanno scelto l’architettura”, spiega Vlad Mitric — Ciupe.



    Di che cosa venivano accusati? “In maggioranza venivano integrati in quello che il regime chiamava organizzazioni sovversive. In questa categorie, i comunisti inserivano tutto — dalla stampa di volantini in cui veniva espressa la solidarietà a quanto accaduto in Ungheria nel 1956, ad esempio, fino all’appartenenza alle diverse organizzazioni paramilitari che desideravano cambiare l’ordine nello Stato, oppure i tentativi di passare illegalmente il confine”, aggiunge Vlad Mitric — Ciupe.



    Alcuni architetti sono stati condannati perchè erano stati membri dei partiti storici — come quello liberale o democristiano, messi al bando dai comunisti, oppure per l’affiliazione al regime del maresciallo filonazista Ion Antonescu. Ma ci sono stati anche altri casi come quello di Emanoil Mihailescu, condannato per i suoi interessamenti spirituali come membro del gruppo ortodosso “Il Rogo Ardente”. Arrestato quando studiava l’architettura e condannato dal 1958 al 1963, Emanoil Mihailescu non dimentica mai l’inferno.



    “Le prigioni non sono state un luogo di svago e riposo. Solo un demente può credere qualcosa del genere. Andate nelle tane di Jilava per vedere i letti sovrapposti a tre livelli, con un solo secchio per i bisogni, cibo miserabile, vivendo in un permanente terrore, perchè eravamo vigilati giorno e notte. Eravamo castigati per niente. Io, perchè avevo gli occhiali, ero sospettato fin dall’inizio, ero un nemico della classe proletaria. Erano di una brutalità e di una cattiveria incredibili! Mi stupivo come era possibile picchiare un’uomo con tanta bestialità, senza averlo mai conosciuto o senza aver mai avuto una lite con lui”, ricorda Emanoil Mihailescu.



    Nonostante le orrende condizioni delle prigioni comuniste, Emanoil Mihailescu confessa che la detenzione ha rappresentato anche un periodo intenso di esperienze spirituali e amicizie intelettuali, sentimento condiviso anche da altri colleghi sopravvissuti al terrore.


  • Comunismo: un altro boia a galla

    Comunismo: un altro boia a galla

    A quasi 25 anni dal crollo del regime comunista, i nomi degli ex boia cominciano a diventare pubblici. Dopo aver denunciato di recente l’ex comandante del carcere di Ramnicu Sarat, l’88enne Alexandru Visinescu, l’Istituto per l’investigazione dei crimini del comunismo accusa di genocidio Ion Ficior (85 anni), ex capo dell’orrendo campo di concentramento di Periprava.



    “Assicuro il partito che mi ha allevato ed educato che porterò avanti con maggiore perseveranza la lotta contro i nemici del nostro popolo operaio, nemici che colpirò senza pietà”. Era questo l’impegno assunto da Ficior, che, purtroppo, ha anche portato a termine.



    L’Istituto per l’investigazione dei crimini del comunismo precisa nella requisitoria che, dal 1958 al 1963, Ficior ha imposto e coordinato un regime carcerario repressivo, abusivo, inumano e discrezionale contro i detenuti politici anticomunisti incarcerati a Periprava.



    I metodi andavano dalla privazione di cibo e medicine a torture difficilmente immaginabili, applicate a 103 “contrarivoluzionari”, come venivano chiamati gli oppositori del regime.



    Ficior è il secondo della lista di 35 ex boia comunisti ad essere denunciato dall’Istituto che, purtroppo, hanno beneficiato, anche dopo il crollo del regime, di sostanziose pensioni. Ad esempio, Ficior intasca ogni mese 5.100 lei (circa 1.200 euro), esattamente lo stipendio di un ministro in carica.



    Consapevole di questa situazione assurda, il Governo di Bucarest tenta, secondo il principio del “meglio tardi che mai”, di imporre per legge dei risarcimenti che gli ex boia comunisti dovrebbero pagare alle proprie vittime.



    Ufficialmente, il regime comunista e gli orrori che lo hanno accompagnato sono stati condannati dal capo dello stato Traian Basescu appena nel 2006, a 16 anni dal crollo.



    D’altra parte, la condanna del regime non ha portato anche una legge sulla decomunistizzazione, volta a limitare o a bloccare l’accesso a cariche pubbliche a coloro che hanno fatto parte del sistema politico-repressivo comunista.



    Per di più, neanche il celebre dossier della Rivoluzione, che avrebbe dovuto rinviare a giudizio i colpevoli dei sanguinosi eventi del 1989 non è stato portato a termine. A questo punto, diventa chiaro che la Romania, ormai membro dell’UE e della NATO, non ha finito i conti col proprio passato.

  • Comunismo: inchiesta penale contro ex boia

    Comunismo: inchiesta penale contro ex boia

    A quasi un quarto di secolo dalla condanna dell’ex coppia dittatoriale di Nicolae ed Elena Ceausescu per genocidio, i procuratori romeni muovono di nuovo l’accusa, questa volta contro un boia. Ex comandante del carcere di Ramnicu Sarat nel periodo comunista, l’88enne Alexandru Visinescu è sotto inchiesta penale per gli orrendi maltrattamenti e torture inflitte ai detenuti politici, privati anche di cibo, medicine e assistenza medica.



    Il regime di sterminio ha portato al decesso di molti di loro. Visinescu è solo uno dei 35 ex boia identificati dall’Istituto per l’Investigazione dei Crimini del Comunismo di Bucarest, e la decisione della Procura di inserire i suoi reati imprescrittibili nella categoria del genocidio è storica.



    “E’ per la prima volta che un ex responsabile del sistema penitenziario comunista viene messo sotto una simile accusa. Per le vittime del regime comunista, è un primo passo in avanti. Per quanto riguarda gli altri ex responsabili del sistema penitenziario che abbiamo identificato e, generalmente, le persone sospettate di aver commesso crimini e abusi durante il regime comunista, la decisione altro non fa che confermare che siamo sulla buona strada, e che nel successivo periodo intensificheremo queste indagini”, spiega il presidente esecutivo dell’Istituto per l’Investigazione dei Crimini del Comunismo, Andrei Muraru.



    La messa sotto accusa è vista come un atto di giustizia per i romeni che hanno sofferto tanto nelle prigioni comuniste e per le loro famiglie. Lo storico Stelian Tanase ritiene che, grazie a questa decisione, la società potrebbe cominciare ad accettare il passato comunista.



    “Il processo Visinescu ha un valore simbolico, in quanto lancierà in un dibattito molto tagliente e doloroso il passato romeno, così com’è stato fino al 1989. Finora, non abbiamo visto simili casi al dibattito. Hanno pagato, tramite obbrobrio, solo i piccoli delatori; però dobbiamo arrivare ai pezzi grossi del sistema. Il comandante del carcere di Ramnicu Sarat è un personaggio molto importante del gulag romeno. Quello non era un carcere qualsiasi: lì erano detenuti i superstiti degli inferni di Sighet e Aiud, personalità politiche e casi speciali”, dice Stelian Tanase.



    Entro un paio di settimane, l’Istituto per l’Investigazione dei Crimini del Comunismo renderà noto il secondo nome della lista degli ex boia.

  • Le operazioni valutarie della Securitate

    Le operazioni valutarie della Securitate


    Le economie comuniste hanno tentato di ricavare profitto massimo dai rapporti con il mondo capitalista, nel contesto in cui non erano state capaci di raggiuntere neanché la metà delle performance occidentali. La fame di valuta è stata una costante in tutti i Paesi del lager socialista, e la Romania non fu un’eccezione. Siccome l’economia socialista non poteva soddisfare il fabbisogno di risorse, il regime comunista di Bucarest affidò al suo apparato repressivo, la Securitate, il compito di ricavare soldi. Per i romeni, le operazioni valutarie della Securitate sono a tutt’oggi un mistero. Perciò le ricerche dello storico Florian Banu negli archivi del Consiglio Nazionale per lo Studio degli Archivi della Securitate rappresentano un inizio nello studio della storia dei servizi segreti romeni durante il regime.




    Per la Securitate, la questione delle operazioni valutarie si pose per la prima volta negli anni ’50. Nei primi anni vi furono difficoltà tipiche per qualsiasi servizio di informazioni, tanto più per una polizia politica com’era la Securitate. Il fabbisogno di valuta non era così grande, dato che i rapporti commerciali con l’Occidente erano stati interrotti. Poi, con l’apertura verso l’Occidente, con la ripresa dei rapporti commerciali con la Francia e poi con la Germania e la Gran Bretagna, si è posto anche il problema della valuta. Inizialmente, la valuta fu ottenuta recuperando patrimoni dei romeni stabiliti nell’Occidente. Operazioni del genere erano però occasionali. Successivamente, la valuta veniva ricavata anche attraverso i canali confidenziali della Securitate in cambio al rilascio dei visti agli ebrei e ai tedeschi di Romania che, ritenendo il proprio futuro in Romania abbastanza incerto e cupo, optava allora per l’emigrazione”, spiega Florian Banu.




    Infatti, lo stato comunista ha chiesto alla Germania Federale e a Israele somme ingenti per lasciare gli ebrei e i tedeschi andar via dalla Romania. Per il regime, la valuta era uno dei più preziosi obiettivi per il regime. Lo stato romeno deteneva il monopolio su tutte le somme in valuta, che erano considerate di proprietà dello stato. Fu elaborata una legislazione molto severa in materia e le somme prelevate dalla Securitate venivano deposte presso la Banca di Stato in un conto speciale, con evidenze molto controllate. Il 31 luglio 1965 il saldo in valuta era di 6.857.000 dollari. Il prelevamento delle somme di denaro avveniva tramite una tecnica operativa. Gli ufficiali che prendevano il denaro — per un certo periodo i pagameti furono effettuati in contanti — avevano addosso dei microfoni, le conversazioni venivano registrate e la possibilità che tenessero una parte dei soldi per loro era assai bassa. La Securitate poteva utilizzare il 20% dei soldi a scopo operativo, ad esempio per pagare certi informatori esterni e per acquistare tecnica dall’Occidente. In minor misura, furono acquistate armi da caccia per i vertici comunisti”, aggiunge lo storico.




    Durante il regime di Nicolae Ceauşescu, tra il 1965 e il 1989, la Securitate tentò di allargare le possibilità e le modalità per incassare valuta. Una novità, a cominciare dagli anni ’70, fu che si puntava sull’incasso della valuta tramite bonifico bancario. Il prelevamento di contanti diventò meno usuale, ma la pratica continuò anche negli anni ’80. Il compito di svolgere operazioni del genere spettava agli ufficiali della Direzione I Informazioni Estere. Dopo il 1978, quando l’allora vicecapo del controspionaggio romeno, il generale Ion Mihai Pacepa chiese asilo politico nell’Occidente, l’intero sistema di spionaggio fu riconfigurato e le cose cambiarono. Fu fondata un’unità per l’apporto valutario speciale. Alla fine degli anni ’70, le operazioni valutarie furono accelerate, in seguito all’indebitamento estero. Negli anni ’70 avvennero gli shock petroliferi, il primo nel 1973 e il secondo negli anni 1979-1980. Il sovradimensionamento dell’industria chimica e la perdita di alcuni mercati esteri, nonché l’aumento degli interessi per i debiti sovrani misero un’enorme pressione sullo stato romeno”, spiega ancora Florian Banu.




    Lo storico ha fatto anche un esempio di come la Securitate riusciva a recuperare una parte dei soldi. Cominciarono a dare indicazioni ben precise sui tipi di operazioni valutarie accettate. Ad esempio, il recupero di certe somme dai fondi confidenziali approvati dalle autorità romene a favore di cittadini stranieri che avevano intermediato la firma di contratti vantaggiosi per la Romania. Come si faceva? Lo stato romeno firmava un contratto per esportare trattori in Iran. Per vincere la gara d’appalto con lo stato iraniano, lo stato romeno offriva una certa somma ad un alto dignitario iraniano. Dopo la firma del contratto, il rispettivo dignitario veniva contattato dagli ufficiali della Securitate, i quali invocando il fatto che erano intervenute spese supplementarie, come l’imbarco, la preparazione per l’export, ecc., gli dicevano che doveva restituire una parte dei soldi. Se il dignitario aveva ricevuto tangenti del 10% del valore del contratto, la Securitate gli chiedeva di restituirne il 5%. E tale somma veniva trasferita nel Paese”, conclude lo storico Florian Banu. (trad. Gabriela Petre)